Capítulo III: El gran desorden cósmico.
Aquí estamos de nuevo, un capítulo
más. Seguramente al lector no se le habrá pasado por alto que, pese
a haber hojeado con paciencia el "manual de usuario del
Universo" y haber sobrevivido a la violencia del Big Bang, por no hablar del fogonazo de la recombinación
en los albores de la creación, yo a cambio no he respondido a
NINGUNA de las preguntas que teníamos pendientes. Bien, pues ha
llegado el momento de hacer "un poco" de justicia y de
contestar al menos a la primera de esas cuestiones. Mejor no nos
demoremos más en este párrafo introductorio y vayamos ya a arrojar
luz sobre un nuevo misterio. Póngase cómodo el lector, olvídese
por unos breves minutos de todas esas tareas que tiene pendientes de
hacer y consultemos la "Enciclopedia Galáctica de bolsillo" de nuestra MTI en busca de respuestas.
Fresco aún en la memoria tenemos el origen de nuestro universo gracias al Big Bang, así como el desconcertante enigma planteado por el orden surgido a
partir del desorden inicial. Así lo veíamos en esa primera foto cósmica que
aquellos fotones primigenios nos regalaron, y en la cual la temperatura del joven universo estaba repartida homogéneamente en lo que llamábamos "equilibrio térmico" (el calor no puede fluir de un lado a otro pues se ha repartido/desordenado ya al máximo).
El universo primigenio muestra un estado de máxima entropía. |
Sin embargo afirmábamos que, según la Segunda Ley
de la Termodinámica, la entropía (o "desorden") solo
puede aumentar dentro de un sistema cerrado, jamás disminuir. Vemos
ejemplos de esto todos los días. Pensemos por ejemplo en ese huevo
que alguna vez se nos ha caído (o hemos arrojado sobre alguien) y se
ha desparramado en un pringoso charco de fluidos y trozos de cáscara.
Creo que no sería nada normal comprobar como de repente dicho huevo
se reconstruye y vuelve a situarse en su estado inicial en la
encimera de la cocina (o en nuestras malvadas manos). También
dudaríamos de nuestra cordura si en una boda lanzáramos arroz a los
novios y todos los granos cayeran al suelo en ordenados montoncitos,
o si, como comentábamos en el capítulo anterior, nuestra taza de
café absorviera calor de la habitación y se calentara sola (ójala, se me ha enfríado mientras escribo). Queda así bien claro que la entropía solo puede aumentar en el universo
que observarmos, de hecho, a diferencia de otros sucesos tiene una
nítida flecha de tiempo que únicamente puede apuntar en esa
dirección que llamamos futuro. Una carambola de bolas de billar
puede ser reversible (podríamos estar asistiendo a un rebobinado hacia atrás y no nos daríamos cuenta), también las desintegraciones de partículas que vimos el
otro día podían transcurrir en sentido inverso, pero nunca puede
suceder esto con el aumento de entropía. Y diré aún más, es muy
posible que nuestra misma percepción del tiempo como algo que fluye
hacia el futuro sea también causa de esta irreversibilidad del
aumento de entropía. No perdamos de vista que el funcionamiento de
nuestra mente esta sujeto plenamente a la Segunda Ley de la
Termodinámica; al fin de al cabo, como explicaré, los seres vivos
somos máquinas de generar entropía: logramos reducirla en nosotros
mismos y en las cosas que hacemos solo a costa de aumentarla
enormemente en nuestro entorno en forma del calor que emitimos con
nuestra actividad.
Pero seamos convencionales y empecemos por el
principio. Al comienzo de nuestro universo la entropía era máxima,
decíamos. Sin embargo esta frase es incompleta: la entropía térmica
era máxima, pero no toda la entropía es de este tipo, pues
recordemos que contamos también con la fuerza de la gravedad (que
definíamos grosso modo como energía negativa en el Capítulo 1).
Si bien lo
normal en un gas caliente apiñado en un rincón de una habitación cerrada será que se expanda uniformemente por todo el volumen de la
misma, en el caso de tener objetos de gran masa flotando libremente por ahí, su
tendencia será justo la contraria: si estan esparcidos tenderán a
apiñarse unos con otros regidos por la atracción gravitatoria. Pues
bien, esto es justo lo que ocurre en nuestra foto primigenia. Si bien
la entropía térmica es máxima, la entropía gravitatoria,
cuantitativamente muchísimo más importante, es realmente ínfima.
Toda la masa esta esparcida por ahí uniformemente, así que el "desorden
gravitatorio" tiene un gigantesco campo de juego en el que
desquitarse formando estrellas, galaxias y demás cosas.
El autor, haciendo un precario uso del Paint, ha intentado representar los dos conceptos de aumento de entropía. El editor no me dejaba usar un tamaño más adecuado, pido disculpas por ello.
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Genial,
pensará el lector si ha logrado no perderse con todo este maremagnum
de órdenes y desordenes, pero... ¿como puede compensar y equilibrar una
entropía a la otra? El ejemplo que nos da el físico y cosmólogo
Roger Penrose es muy bonito. La entropía gravitatoria aumenta
enormemente al generar estrellas como nuestro Sol ¹, y en su interior
esa desmedida gravedad genera calor. Tengamos presente que, a cuanta más
presión sometamos a un gas, mayor será su temperatura (el secreto de
las ollas a presión). Ese calor provoca reacciones de fusión nuclear y se emite al espacio en forma de radiación electromagnética (luz, infrarrojos, rayos X, etc), parte de la cual llega a nuestro planeta. Esta radiación tiene unas
determinadas longitudes de onda (distancia entre cresta y cresta de
las ondas) que determinan la energía que transporta ². Cuando menor sea dicha longitud de onda (imaginemos un muelle más comprimido) más energía
transportará. Bueno, pues las plantas al hacer la fotosíntesis
toman prestada parte de esta energía para fabricar sus componentes
orgánicos y poder alimentar su metabolismo ³. A su vez las vacas y
otras criaturas, toman "re-prestada" dicha energía al
comerse a las plantas, y finalmente nosotros estamos en el último
eslavon de la cadena de transmisión energética cuando nos zampamos
un buen filete de ternera (por el camino se ha perdido mucho, pero a
nosotros nos sirve igualmente).
Veíamos que la radiación que nuestro planeta
devuelve al espacio tiene longitudes de onda más largas, es decir, ha perdido energía. Sin embargo el calor que recibe la Tierra es
exactamente el mismo que luego emite al espacio, de lo contrario el planeta se calentaría hasta alcanzar el "equilibrio
térmico" o máxima entropía térmica. ¿Qué es entonces lo que ocurre aquí si ganamos energía pero no absorvemos calor? Tengamos ahora cuidado de no
perdernos porque llegamos al núcleo de nuestro argumento. Cuando decimos que las ondas
que nos llegan tienen más energía que las que luego
salen devueltas de nuestro planeta, decimos también que portan unos pocos fotones muy energéticos (recordemos que el fotón era la partícula que asociábamos a la radiación electromagnética, por ejemplo, a la luz). A menos fotones, menos grados de libertad
entre ellos y por tanto una menor capacidad de desordenarse, es decir, menos entropía (si tenemos unas pocas canicas, podrán desordenarse menos que si tenemos más). Y en el otro sentido, al salir de nuestro planeta hay más
fotones de baja energía y ocurre justo al revés.
Roger Penrose nos lo ilustra magníficamente en su libro "La nueva mente del Emperador". Sus derechos de autor mejor los metemos debajo de la alfombra.
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En otras palabras, la radiación que entra
tiene menos entropía, y la que sale más. Esa baja entropía "robada"
es con la que funciona la vida en este planeta, y a su
vez proviene del Sol, que se generó gracias al apelotonamiento
gravitario que desordenó la homogenea masa de gas creada por el
Big Bang. ¡Bufff! Menudo lío de desorden ¿verdad? Pero en síntesis, la energía
que uno aprovecha al devorar fieramente un sabroso muslo de pollo
(o una sabrosa alcachofa los vegetarianos) proviene del estado de
baja entropía gravitoria del Big Bang. Gracias a eso, podemos reducir la entropía en nosotros mismos (y en muchas de las cosas que hacemos) y vivir, pero como ya anunciaba, en realidad solo contribuimos al desorden general, pues cuanto más nos movemos, más entropía térmica en forma de calor aportamos a nuestro entorno. Sea como sea, la Segunda Ley de la Termodinámica es como la banca en los casinos, siempre gana.
Llegados a este punto, podemos saltar como hacen
los críos pequeños y preguntarnos porque esto es así ¿Por qué el universo
tras el Big Bang es tan ordenadamente "liso"? ¿Por qué todo el gas estaba
uniformemente esparcido como si una caprichosa y enorme deidad lo
hubiera extendido con la mano? Bien, una vez más la respuesta a esto
se halla en nuestra foto primigenia, junto con la respuesta a más
preguntas todavía más inquietantes: ¿Qué ocurrirá finalmente con nuestro universo si el desorden no puede hacer más que aumentar? ¿Y como es su forma? ¿Tiene límites dicha forma? ¿Y como es
que todo el conjunto que observamos esta tan armoniosamente
coreafriado, incluso esas zonas que veíamos que jamás habían
podido estar en contacto unas con otras debido a la distancia? ¿Y
todo lo que detectamos en la foto de marras se corresponde con lo
que vemos o... "hay algo más"? Y por último, ¿por qué
todos estos ajustes nos son tan beneficiosos? Será un auténtico placer
para mí responder (en la medida de mis posibilidades y gracias a los
grandes divulgadores que leo) a todas y cada una de estas preguntas.
Pero se me acaba el espacio para seguir escribiendo y a usted el
tiempo de seguir leyendo, así que mejor volvamos a encontarnos la
semana que viene con un nuevo y emocionante capítulo de nuestro
viaje, que lo crea o no, prometo que nos va a conducir de vuelta al
presente (estese el lector tranquilo al respecto). Hasta entonces,
reciban un fuerte saludo, gentiles lectores.
Notas:
¹ Actualmente la mayor reserva de entropía en el universo se encuentra en los agujeros negros, encarnación del máximo aglomeramiento gravitatorio posible. Podría pensarse que ahí la entropía se pierde y se infringe la Segunda Ley de la Termodinámica, pues nada puede escapar de un agujero negro. Stephen Hawking resolvió este dilema al descubrir que los agujeros negros pueden emitir calor, y con el paso del tiempo tender a evaporarse, devolviendo la entropía robada. La Segunda Ley siempre gana.
² Segun la fórmula de Plank, E = hʋ, donde h es la llamada constante de Plank (6,626x 10 (-34) J·s) y ʋ la frecuencia. Otro modo de verlo es E = hc / ʎ, siendo c la velocidad de la luz y ʎ la longitud de onda. Por este motivo, en nuestro universo la energía no es continua, sino que se halla empaquetada en forma de cuantos discretos de luz (en forma de fotones). El nombre de física cuántica, proviene de este hecho.
³ Debido a esto, si nos ponemos a especular sobre vida alienígena compleja, al menos una de las hipotéticas criaturas que imaginemos debería de ser capaz de realizar la fotosíntesis para alimentar a todo el sistema. Existen otros medios de obtención de energía a través de ciertas reacciones químicas, por ejemplo en las fumarolas volcánicas de los abismos oceánicos (al fin de al cabo, usando elementos generados por el Sol), pero ni de lejos tan eficaces como el aprovechamiento directo de la energía emitida por el Sol.
Bibliografía:
- "Ciclos del Tiempo", Roger Penrose, editorial Debolsillo.
- "La Nueva Mente del Emperador", Roger Penrose, editorial Debolsillo.
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