Declaración de Intenciones
Saludos, entes y demás
criaturas, me llamo Ivo (bueno, realmente no, pero eso no importa) y como
pueden comprobar este es mi blog. Lo que pretendo hacer con él algo
aparentemente muy sencillo: responder a una pregunta, una sola pregunta. Y
dicha pregunta es: ¿Cómo es que estamos Vd. y yo aquí, Vd. leyendo esto y yo
escribiéndolo? Nótese que he dicho “como” y no “porqué”, para la segunda
incógnita creo que hoy en día no tenemos respuesta, y quien sabe si algún día
la habrá, pero para la primera sí que sí. En efecto hay una historia que nos ha
conducido a Vd. y a mí hasta donde ahora mismo estamos. Gran parte de ella se
ha perdido en el tiempo y solo podemos vislumbrarla borrosamente, mientras que otra
parte nos ha sido legada de modo bastante claro, pero en cualquier caso,
reconstruir toda la trama es algo apasionante, algo digno de novela, algo
merecedor de todos mis esfuerzos y de su atención a lo largo y ancho del futuro
de este blog. Es una tarea ambiciosa, lo admito, y no sé si lo lograré, pero
pondré todo mi empeño en ello (y confío que alguien ponga todo su empeño
leyéndolo jajaja). Ahora, la pregunta que quizá se este haciendo el lector sea
algo así como “¿pero para que narices quiere este pirado pedante y egomaníaco
contarnos todo aquello que en cualquier caso podemos encontrar en los libros de
ciencia / historia o en su defecto en la Wikipedia?”. Es una buena pregunta, no
lo discuto, y aquí va mi respuesta: para compactar toda nuestra historia en un
solo hilo narrativo, ameno y fluido, que pueda ser leído como un todo,
ahorrando al lector la ingrata tarea (que yo sufriré por él) de ir recopilando,
cribando, acreditando, masticando y digiriendo la información de artículo en
artículo de la Wikipedia, de revista en revista, de libro en libro, etc. Será algo
así como cuando la mama-pájaro regurgita la comida para su polluelo (no se
ustedes, pero yo siempre lo he considerado algo literalmente vomitivo, tal vez
no haya sido el mejor ejemplo…). Por cierto, no soy ni historiador ni
científico, pero trataré de beber de fuentes acreditadas que iré mencionando a
modo de web/bibliografía. Por ejemplo, cuando cite a la Wikipedia me molestaré
de averiguar de donde salen sus fuentes. Sea como sea, si usted no es un lector/a
aguerrido/a y sediento/a de información y de historias no menos reales por
inverosímiles que parezcan, le recomiendo que no siga perdiendo el tiempo con
estas líneas. ¡La red es muy grande y hay muchos vídeos de Youtube esperándole!
Bromas a parte, terminaré esta introducción con un pequeño esquema de aquellos
hitos por los que pasará nuestra Máquina del Tiempo Imaginaria (MTI en
adelante) hasta llegar al futuro presente que nos aguardará cuando sea que
consigamos llegar hasta él. Allá van:
- 1ª parte: Del Big Bang a la formación de nuestro planeta.
- 2ª parte: La historia de la vida en la Tierra.
- 3ª parte: Origen e historia del ser humano.
Serán muchas entradas
y muchas muchas semanas hasta que logremos pasar por todo eso. Como soy una
persona ocupada, publicaré aquí con una periodicidad semanal, de modo que al
comienzo de cada nueva semana el lector disponga de un nuevo capítulo que leer
vorazmente (y sí, seré malvado e iré cortando la historia siempre por lo más
interesante). A cambio, cuando nuestro viaje concluya, prometo al lector que se
comprenderá mucho mejor a sí mismo, a todo aquello que le rodea y quizá también
un poco a lo que esta por venir. Solo hago una advertencia: si es Vd. creyente
en alguna religión, es posible que sus creencias se vean afectadas leyendo este
blog. La fe es algo muy importante para algunas personas y no es mi intención
atacarla sin avisar antes de ello.
Y tras esta
introducción, que le dará una idea al lector de las descomunales parrafadas que
le esperan, empecemos ya. Y como este será un blog serio, que mejor que
desengrasarnos antes de nuestro viaje con un post irreverentemente friki a modo
de aperitivo:
La Historia detrás de la historia de Canción de Hielo y
Fuego
(Juego de Tronos y siguientes libros/series).
(Juego de Tronos y siguientes libros/series).
* Alerta de spoiler: En cada punto aparece indicado el libro de la saga del cual destripo
algo, de modo que el lector pueda ir saltando de uno a otro evitando ser
spoileado. En cualquier caso, salvo el parrafazo referente a la batalla del
Aguas Negras y a los 7 Reinos, no me meteré con la trama y tan solo
hablaré de ciertos elementos que aparecen en los libros sin desvelar giros de
la historia.
** Aviso de daños mentales y/o oculares si Vd. trata de leer esta entrada del tirón: Recomiendo encarecidamente que haga como mínimo un descanso a lo largo de la lectura. No lo sé, vaya al W. C., tómese un zumo, o simplemente asómese a la ventana y contemple las nubes (o aquello que sea lo que haya en el cielo en ese momento). De otro modo podría sufrir un desprendimiento de retina y muchas de sus neuronas podrían optar por el suicidio, algo no muy recomendable, a menos que sea Vd. político, tertuliano de Intereconomía o jefe de estado y no las necesite.
** Aviso de daños mentales y/o oculares si Vd. trata de leer esta entrada del tirón: Recomiendo encarecidamente que haga como mínimo un descanso a lo largo de la lectura. No lo sé, vaya al W. C., tómese un zumo, o simplemente asómese a la ventana y contemple las nubes (o aquello que sea lo que haya en el cielo en ese momento). De otro modo podría sufrir un desprendimiento de retina y muchas de sus neuronas podrían optar por el suicidio, algo no muy recomendable, a menos que sea Vd. político, tertuliano de Intereconomía o jefe de estado y no las necesite.
Dicho esto, entremos al
fin en materia.
Pues así es, detrás
de parte de la magistral historia inventada por George R. R. Martin, nos encontramos
con la historia real, en la que este escritor parece haberse inspirado, a veces
de manera un poco descarada. Menos mal que a toda esa gente que vivió y murió siglos
antes que nosotros no hay que pagarles royalties. Aquí va una relación de los
principales préstamos que este autor ha hecho de los libros de historia. Seguro
que alguno os sorprende, y en cualquier caso tendréis oportunidad de comprobar
como muchas veces la realidad supera a la ficción:
- El Muro (Juego de Tronos): Este es el más obvio quizá. Un muro ubicado de costa a costa en el norte de un territorio para proteger a una serie de reinos de las incursiones de los bárbaros incivilizados que moran más allá, en lo profundo de neblinosas colinas y oscuros bosques. Esta descripción parece corresponderse casi a la perfección con el Muro de Adriano, levantado por este emperador romano allá por el 122-132 de nuestra era. Los restos de dicha fortificación aún se pueden ver hoy en día en Escocia. Esta imponente obra defensiva iba desde la costa del Mar de Irlanda hasta la del Mar del Norte y los romanos la levantaron para proteger a los civilizados territorios del sur (en pleno proceso de romanización) de las incursiones de los salvajes guerreros celtas conocidos como Pictos. Para ello contaba con hasta 80 fortines bien guarnecidos a lo largo de su recorrido de 117 Km. No, no era de cientos de metros de altura, ni de hielo, ni lo custodiaba la Guardia de la Noche, ni detrás acechaban los Otros, pero todo el resto de la historia no es muy distinto. No obstante, cuando las legiones romanas se retiraron de la isla de poco sirvió el muro. Los civilizados habitantes britano-romanos del sur sufrieron la ira de los pueblos celtas del norte, así como los saqueos y posterior conquista de los Anglos, Jutos y Sajones, pueblos germanos venidos del continente. Son los tiempos en los que el mito y la leyenda se funden y oímos hablar de un héroe britano llamado Arturo y de sus luchas contra los salvajes invasores, pero eso para otro capítulo.
- La batalla del Aguas Negras (Choque de Reyes): El “plagio” más descarado de todos. Recordemos, lectores
frikis de Choque de Reyes: una poderosa ciudad en la desembocadura de un río se
ve atacada por un ejército y una flota enemiga de los cuales (gracias a la
astucia de Tyrion) se defiende mediante el misterioso fuego Valyrio (un fluido
que arde en el agua y lo incinera todo) y que atrapa a los barcos enemigos
gracias a la ayuda de una cadena estratégicamente tendida de rivera a rivera contra la que las embarcaciones son arrastradas por la corriente
al intentar huir. Tal cual ocurrió en el Segundo Gran Sitio de Constantinopla de
los años 717 y 718 d.C. Por aquellos
tiempos el gran sultán del Califato Omeya de Damasco, Suleiman I, decidió
lanzar el ataque definitivo contra su gran rival: la ciudad de Constantinopla,
heredera del Imperio Romano de Oriente, conocido hoy en día por nosotros (y de
aquí en adelante) como Imperio Bizantino. Su emperador era León III, y su poder
militar parecía impotente contra la amenaza árabe, que lanzaba contra él una
flota de hasta 1.800 buques y un ejército de más de 100.000 hombres dispuestos
a todo en nombre de Alá. Llegados a este punto, debemos de tener cuenta que en ese
momento Constantinopla era el único baluarte que se interponía entre la marea
de la expansión musulmana (que se había extendido en un basto Imperio, Dar
al-Islam, casi hasta la India por el este y hasta la península Ibérica por el
oeste) y el resto de Europa, donde reinaba la guerra, la fragmentación política
y la decadencia de lo que aún quedaba de las viejas instituciones romanas.
Como decía Isaac Asimov en su libro “Constantinople, The Forgotten Empire”,
Constantinopla no solo se defendía a si misma, si no a toda la cristiandad. Contaba
para ello con su famoso sistema de triples murallas que la protegía de asaltos
directos, pero el objetivo principal de los árabes no era este, si no ahogar a
la ciudad por tierra y por mar, forzándola de este modo a rendirse. Y tenían
sin duda con los medios para conseguirlo. Fue justo en estos dramáticos
momentos cuando aparece en escena un misterioso alquimista sirio o egipcio
llamado Calínico, que llega a la ciudad asediada ofreciendo una insólita
solución. No sabemos como, pero este hombre logró convencer a las desesperadas
autoridades constantinopolitanas para que fabricasen en masa una suerte de
extraña pócima que tenía la asombrosa propiedad de flotar, prenderse y arder
violentamente al contacto con el agua. Este producto fue llamado “fuego griego”
y su secreto fue guardado celosamente por el Imperio Bizantino, el cual lo usó
con éxito en numerosas ocasiones a lo largo de su turbulenta historia. Hoy
sospechamos que debía de tratarse de algún derivado del petróleo mezclado con
alguna sustancia como la cal viva, que reaccionase con el agua generando calor
y prendiendo la mezcla. Sea como sea, este extraño líquido fue incorporado como
arma en la flota bizantina mediante sifones presurizados que lanzaban un
ardiente y devastador chorro de fuego contra las tropas y naves enemigas. Pero
la cosa no quedaba ahí, puesto que una vez en el agua, el fuego griego generaba
una marea de llamas que flotaba devorando todo aquello que se pusiera en su
camino (que el lector piense en los desgraciados incendios de petroleros o
plataformas petrolíferas). Y sí caía sobre los barcos enemigos cualquier intento de apagarlo con agua lo avivaba más aún.La primera oleada de la flota árabe penetró en el Cuerno de Oro (véase el mapa), presta a asediar y bloquear la ciudad, y allí se encontraron con este horror. No, no me hubiera gustado ser uno de aquellos marinos árabes. Diezmados por este misterioso y para ellos demoníaco fuego, que no solo no se apagaba si no que se avivaba con el agua, fueron presas del pánico y trataron de retirarse. Pero todavía les esperaban nuevas y terribles sorpresas. León III había dado la orden de forjar una enorme y larga cadena de eslabones de hierro que se usó para cerrar la salida al estrecho del Bósforo y que podía subirse y bajarse mediante un sistema de manivelas colocadas en ambas orillas. Así pues cuando la flota árabe trató de darse a la fuga, los bizantinos alzaron la cadena y las embarcaciones enemigas, arrastradas por la corriente, fueron atrapadas y sumidas en el caos, quedando a merced de la flota bizantina y de su terrorífico fuego griego. Las naves que no ardieron fueron capturadas. Fue un fracaso descomunal para las fuerzas de Suleiman I, quien de hecho murió durante los enfrentamientos que paralelamente se produjeron en tierra y en los cuales los bizantinos recibieron la decisiva ayuda de tropas bulgaras que les auxiliaron desde el norte. Su sucesor, Omar II, no se atrevió a volver a atacar el Cuerno de Oro, permitiendo el abastecimiento temporal de la urbe, pero sí que posicionó sus naves en el estrecho del Bósforo, con lo cual el bloqueo no tardó en volver a ser efectivo. Sin embargo los bizantinos, sabedores mediante espías de las posiciones de los barcos árabes, volvieron a atacar usando su devastador fuego griego y nuevamente sembraron la destrucción entre la flota enemiga. En cuando al nutrido ejército árabe, fue azotado por un duro invierno al cual no estaba acostumbrado y el feroz ataque de las tropas búlgaras y bizantinas hizo el resto. Omar II no tuvo más remedio que retirarse con lo que quedaba de su otrora flamante ejército. Esta fue la primera gran derrota que sufrieron los musulmanes desde que empezó su carrera de conquistas y expansión a partir de los tiempos inmediatamente posteriores a la Hégira de Mahoma, y permitió que Constantinopla en particular y el Imperio Bizantino en general gozasen aún de unos cinco siglos más de existencia mientras en Europa poco a poco iba eclosionando el germen del estado moderno. Pero eso ya es otra historia.
- Braavos (Festín de Cuervos): A ningún lector se le escapará el paralelismo de esta ciudad con la República de Venecia del renacimiento, no solo por el sistema de canales, si no por el hecho de ser una ciudad-estado volcada totalmente en el comercio marítimo. Su origen no se debió a la huida de esclavos en busca de la libertad como en la novela, pero si a la huida de gentes que escapaban de los bárbaros germanos y hunos allá por el año 421 y que encontraron entre ese complejo de islas marismeñas un refugio ideal. De igual modo, el gobierno de la ciudad no fue asumido por ningún rey o caudillo autoritario, si no por un Duque que era elegido por los ciudadanos mediante un complejo sistema electoral y que a su vez era controlado en su gobierno por un Senado y un Consejo. Pero hay un elemento en Braavos que no es veneciano y que supone otro magnifico guiño de R. R. Martin a la historia: el Coloso de Braavos. Claramente estamos ante una versión fantástica del Coloso de Rodas, una de las siete maravillas del mundo antiguo y que situado en la entrada del puerto de la isla griega de Rodas daba la bienvenida antorcha en mano a los barcos que entraban, como si fuera una especie de Estatua de la Libertad de la antigüedad, aunque en realidad se trataba de una estatua en honor a Helios, dios del Sol, con la que los rodios agradecieron a la deidad una importante victoria militar. Eso sí, que sepamos del Coloso de Rodas no soplaba un cuerno para anunciar el amanecer y el anochecer. La estatua medía algo más de 30 metros de altura, estaba hecha de bronce, y se cuenta que los rodios preguntaron al escultor, una vez que este les presento el presupuesto para una estatua de 15 metros, cuanto les costaría doblarla en altura. Dicho escultor (Cares de Lindos se llamaba) respondió tranquilamente que el precio sería, naturalmente, el doble. Sin embargo como no sabía mucho de matemáticas no contó con que para doblar la altura necesitaría en realidad ocho veces más materiales, con lo cual acabó arruinándose y suicidándose. Como si fuera una venganza de ultratumba de Cares, 66 años tras su construcción la enorme estatua fue derribada por un terremoto y se la dejó allí mismo donde había caído según los designios de un oráculo, hasta que casi mil años después fue desguazada como chatarra por los musulmanes. Se dice que se necesitaron 900 camellos para cargar todo el bronce del que estaba hecha.
- El Gran Faro de Antigua (Festín de Cuervos). Otro préstamo histórico, tomado esta vez del archifamoso Gran Faro de Alejandría. Se trata de otra de las 7 maravillas del mundo antiguo, con sus 134 metros de altura y fue construido en el 279 a. C. por orden de Ptolomeo I, uno de los generales de Alejandro Magno que tras la muerte de este se coronó como rey-faraón de egipto. Este faro, asentado sobre la isla de Faros (que le dio nombre a él y a los que siguieron), guiaba y asombraba a los barcos que entraban al puerto de Alejandría tanto de día como de noche (mediante grandes hogueras y un sistema de espejos, se supone). En algunas monedas alejandrinas y en el emblema de la propia ciudad, aparece representado este magnífico edificio, tal y como sucede en Canción de Hielo y Fuego con el escudo de la casa Hightower. Además, al igual que ocurre con la ciudad ficticia de Antigua, Alejandría también fue uno de los mayores centros de investigación y erudición de la antigüedad clásica, si no el mayor de todos ellos (quien no haya visto la película de Ágora, se la recomiendo encarecidamente). Se especula que la destrucción de su biblioteca pudo retrasar el desarrollo científico de la humanidad en varios siglos, como el lector podrá comprobar cuando llegue el momento de hablar de ello (si es que el mundo sigue existiendo para entonces).
El actual emblema de Alejandría. |
- Dothrakis (Juego de Tronos): Muchos han sido los pueblos que a lo largo de la historia han dominado las grandes estepas de Asia cabalgando sobre sus caballos: hurritas, escitas, hunos, medos, tártaros... pero solo uno de esos pueblos se merece realmente ser comparado con los Dothrakis. Estoy hablando, por supuesto, de los mongoles. En efecto, las grandes praderas de hierba de Mongolia eran su hogar y el caballo su modo de vida. Prácticamente vivían sobre él, y se decía que un guerrero mongol a lomos de una yegua podía recorrer tremendas distancias durmiendo sobre ella, bebiendo su sangre y su leche, y solo de vez en cuando cortándole un trozo de carne para comer. Eran nómadas convencidos y sus asentamientos nunca estaban fijos si no que constaban de pequeñas chozas circulares que podían montarse y desmontarse rápidamente. Los mongoles de hecho despreciaban a los habitantes de las ciudades y los consideraban criaturas cobardes y hedonistas. Sin embargo su organización era laxa y estaban divididos bajo el liderazgo de diferentes líderes, llamados Kanes (palabra de origen persa que significaba algo así como príncipe, por cierto, nótese la semejanza entre Kan y Khal). Los diferentes Kanes guerreaban constantemente entre sí. Sin embargo pronto surgió un personaje, un “Kan de Kanes” destinado a barrer buena parte de la faz del planeta con el horror de la guerra, el saqueo y la destrucción, y a conformar en el proceso el mayor imperio que el mundo ha conocido. Un auténtico semental que cabalgaría al mundo: Temujin, más conocido por nosotros como Gengis Kan. Este personaje unificó a los distintos clanes y les proporcionó un objetivo común: la conquista mongola del mundo, o al menos del mundo que ellos conocían. Lo cierto es que Gengis Kan fue el auténtico creador de la “guerra relámpago” y desarrolló unas tácticas bélicas que no volverían a ser vistas hasta las grandes operaciones motorizadas de la Segunda Guerra Mundial. Citando una vez más a Asimov, “fue el primer hombre que supo llevar una guerra a una escala verdaderamente continental […]. Sus jinetes hacían batidas independientes en grupos distanciados a miles de kilómetros uno de otros para reunirse en un punto prefijado de antemano, mientras diversas señales y mensajeros mantenían a las unidades en contacto unas con otras. Los mongoles prácticamente vivían sobre sus peludos poneys y podían avanzar a velocidades que no serían igualadas, en operaciones militares, hasta la invención del motor de combustión interna”. En efecto, los caballos mongoles eran pequeños y duros, consumiendo poco y siendo más eficaces que los de otros pueblos. Además el ejército mongol estaba organizado según un sistema decimal de subdivisiones, pudiendo cada líder de los diferentes niveles gozar de un cierto nivel de autonomía, lo cual proporcionaba una ventajosa flexibilidad a la hora de ejecutar los planes de batalla. El total de las diferentes secciones se llamaba Hordu (de ahí nuestra palabra “horda”) y podía englobar entre 20.000 y 50.000 jinetes, la mayoría armados con poderosos arcos compuestos, de los cuales hacían un uso letal mientras cabalgaban frenéticamente apoyados en sus estribos (aunque también había lanceros, los temibles y veloces Keshik, así como guerreros armados con cimitarras, una especie de sables, y otras armas). Portaban además armaduras ligeras, que les hacían más rápidos, y muchos se cubrían con camisas de seda, de modo que cuando eran alcanzados por una flecha este resistente tejido la envolvía y esta era más fácil de retirar. Finalmente, a la hora de asaltar ciudades los mongoles no tenían reparos en hacer uso de los técnicos e ingenieros que habían ido capturando por ahí, a los cuales hacían fabricar grandes catapultas y demás máquinas de asedio. También se ayudaban de los llamados Kharash, escudos humanos formados por aquellos desafortunados habitantes locales que hubieran caído en sus manos. De esta forma las ciudades ardieron, pueblos enteros fueron masacrados y los ejércitos mongoles bajo el liderazgo de Gengis Kan conquistaron la mitad de China y tomaron y asolaron gran parte de Oriente Medio. Las ciudades que sobrevivieron solo lo hicieron porque les eran útiles de alguna manera. Los sucesores de Gengis Kan completaron la conquista de China y llevaron a los ejércitos mongoles hasta Oriente Próximo y el mismísimo este de Europa. Incluso uno de ellos, su nieto Kublai Kan (bajo cuyo poder el Imperio Mongol alcanzó su máxima extensión entre los años 1260 y 1271) trató de conquistar Japón después de apoderarse de China, aunque una gran tormenta (kamikaze o viento divino para los japoneses) se lo impidió. Pero no todo fue muerte, fuego y destrucción. Tras la tempestad vino la calma y por toda Asia florecieron diferentes Kanatos, divisiones del Imperio Mongol que recuperaron e incluso ampliaron las buenas costumbres civilizadas. Incluso la sometida China prosperó bajo sus emperadores mongoles. Más todo eso, ay, es otra historia.
- Los 7 Reinos (Juego de Tronos): Casualidad o no, he aquí la siguiente lista de similitudes entre la isla de Gran Bretaña y el Poniente de R. R. Martin con sus 7 reinos, muros a parte. En primer lugar, la población primitiva del lugar, que usaba tecnología de la edad del bronce (el conocido por nosotros como pueblo del vaso campaniforme, constructores por cierto de Stonehenge, en el papel de “los primeros hombres”) fueron ¿conquistados? ¿asimilados? por los pueblos celtas del continente, portadores de la metalurgia del hierro (en el papel de los “ándalos”).
Por otro lado se da el caso de que durante
buena parte de la Alta Edad Media (S.S. VI-XI) la isla estuvo dividida efectivamente
en 7 reinos en el periodo conocido como la Heptarquía (que significa 7
poderes, aunque hoy en día sabemos que la división no era tan sencilla, además, dichos territorios no tenían reyes en el sentido estricto, si no más bien caudillos, y de vez en cuando alguno se hacía brevemente con el título de Bretwalda o "líder de los britanos"). Por estos tiempos la isla también fue saqueada y después parcialmente
invadida por terribles guerreros provenientes de más allá de sus costas. Estoy
refiriéndome a las incursiones vikingas de los pueblos daneses, en el papel de
los aguerridos “Hombres de las Islas del Hierro” (a fin de cuentas una exótica
versión de los Vikingos), que llegaron a crear el llamado “Danelaw” en buena parte del noroeste de la
isla y que hoy en día aún se deja notar en el peculiar acento de las gentes de
esas regiones.
Y finalmente tenemos a Guillermo el
Conquistador en el papel estelar de “Aegon el Conquistador”, quien en la famosa
batalla de Hastings ocurrida en el 1066, desembarcó en la isla, derrotó a los
ejércitos anglosajones y se ganó su apodo conquistando Inglaterra e inaugurando
el periodo de la dominación normanda (Normandía era y es una región del norte
de Francia de donde provenía Guillermo; su historia y la de este personaje
merece ser contada, pero eso será en otra ocasión). Nuestro conquistador
carecía de dragones, pero contaba en su lugar con enormes caballos de guerra
magníficamente dirigidos por aguerridos y bien pertrechados jinetes, algo de lo
que carecían los anglosajones y que le dio la victoria pese a contar con un
ejército inferior en número.
¿Casualidad? Personalmente, yo sigo pensando
que George R. R. Martin es un voraz lector de libros de historia.
- El culto a R'hllor (Choque de Reyes): ¡No! ¡Tampoco los sacerdotes rojos se salvan! Como el lector ya estará exhausto si es que se ha atrevido con todo de un tirón, seré breve. Tenemos (en la historia real) una religión, el Zoroastrismo (creada por un profeta llamado Zoroastro allá por el S. VI a.C. en la zona del actual Afganistán y extendida por el posterior Imperio Persa. Su dios principal: Ahura Mazda, entidad abstracta y suprema representada por el fuego y la luz. Su rival: Angra Mainyu, ente misterioso que encarna el lado oscuro de la mente humana, la maldad en si misma. Una especie de elegido (the one!) llamado Spenta Mainyu derrotará finalmente a Angra Mainyu en el equivalente zoroastriano a nuestro juicio final. Realmente ambos personajes son dos aspectos contrapuestos de Ahura Mazda, el bien contra el mal, la luz contra la oscuridad, creación frente a destrucción; para los zoroastriano el cosmos es una batalla colosal entre ambos extremos. Sus sacerdotes eran los llamados Magi, de donde proviene nuestra palabra “mago”, y durante mucho tiempo se los tildó de “paganos adoradores del fuego”, aunque hoy sabemos que la cosmología y rituales zoroastrianos eran mucho más complejos que todo eso. En cualquier caso, ¿a algún lector de Canción de Hielo y Fuego le suena esto de algo? Yo personalmente alguna vez me he quedado mirando fijamente a la llama de una cerilla y nunca he visto el futuro, como mucho se me ha quemado el dedo y luego he visto luces al cerrar los ojos, será cuestión de seguir intentándolo…
Tengo la impresión de
que si uno se pone a rebuscar, podría sacar más cosas, pero esto basta para
darnos una idea de lo alucinante que realmente ha sido la historia que dejamos
a nuestras espaldas. Ahora descansaré y cuando vuelva lo haré con nuestra MTI,
presto a comenzar el viaje.
PD: Mis siguientes post no serán ni de lejos tan largos,
esto ha sido una extravagancia y pido perdón por ello (y si Vd. ha sido
capaz de leerlo de golpe tiene mi admiración).
-Gran Faro de Alejandría:
"El Abecedario” (Kitab alif ba), crónica de Ibn al-Shayj, descripción y
bibliografía ampliada en:
http://prensa.legadoandalusi.es/prensa/articulos/reportajes/470-ibn-al-shayj-de-mga-deslumbrado-ante-el-faro-de-alejandr.html,
(extractos y resúmenes tomados de la Wikipedia).
-Coloso de Rodas: Polibio,
"Historias" (V.88.1). "Historia Natural" de Plinio el
Viejo, extractos y resúmenes tomados de la Wikipedia.
-Segundo Gran Sitio de
Constantinopla: "Constantinople, The Forgotten Empire", Isaac Asimov,
en castellano en la colección historia Alianza Editorial. También las
referencias citadas en la Wikipedia: Constantinople: Capital of Byzantium de
Jonathan harris y John Julius Norwich, A Short History of Byzantium.
-Los 7 reinos y el muro:
"La formación de Inglaterra", Isaac Asimov, también en la colección
historia de Alianza Editorial. Para saber más sobre Arturo y las invasiones
anglosajonas: Breve Historia del Rey Arturo, Christopher Hibbert, editorial
Nowtilus.
-Los mongoles: "Oriente
Próximo", Isaac Asimov, una vez más en la colección historia de Alianza
Editorial. También: Erase Una Vez China, José Freches, Espasa Libros.
De Wikipedia: enciclopedia Encarta, así como una amplia bibliografía que el
lector puede husmear si lo desea en su correspondiente entrada.
- Zoroastrismo: Breve Historia de los Persas, de Jorge Pisa
Sánchez, ed. Nowtilus, también "El Cercano Oriente", de Isaac Asimov,
y además me he creído bastante lo que aparece en Wikipedia sobre los personajes
de la mitología zoroastriana.
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