viernes, 1 de mayo de 2015

Capítulo XXXIII: Safari Jurásico. Segunda Parte





Capítulo XXXIII: Safari Jurásico.
Segunda Parte.






  Saludos, gentiles lectores. En el capítulo anterior explorábamos la edad de oro de los dinosaurios, que tuvo lugar en nuestro planeta hace unos 250-200 millones de años, durante el periodo jurásico. Por entonces hablé de los saurópodos, los gigantescos dinosaurios de largos cuellos y colas, quienes se convirtieron en auténticas máquinas de devorar vegetación, hasta el punto de que se la tragaban sin necesidad siquiera de masticarla, y que además usaban sus enormes cuerpos para controlar su temperatura corporal. También pude describir a los terópodos, los aterradores dinosaurios carnívoros, unos mayores y otros menores, algunos con extraños cuernos y otros con crestas, pero todos ellos bípedos y dotados de poderosas patas traseras provistas de garras así como de mandíbulas diseñadas exclusivamente para matar y desgarrar. Y ahí nos quedamos. Más ahora es momento de retomar la historia, pues el periodo jurásico dio todavía mucho pero que mucho más de sí.

  Antes de nada, permítame el lector que le refresque la memoria y le ubique temporal y espacialmente, pues con nuestra imaginación viajaremos a lo largo de estas líneas tanto por el tiempo como por el espacio. En lo que se refiere a la cronología, aquí tiene las coordenadas en las cuales se ubica el jurásico:


EónEraPeríodoÉpocaMillones años
Fanerozoico
(hay tres eones anteriores, el Hadéico, el Arcaico, y el Proterozoico, abarcando cosa así de unos 4.000 millones de años entre ellos).
Cenozoico ("era de los mamíferos")CuaternarioHoloceno(AHORA)0,011784
Pleistoceno2,588
NeógenoPlioceno5,332
Mioceno23,03
PaleógenoOligoceno33,9 ±0,1
Eoceno55,8 ±0,2
Paleoceno65,5 ±0,3
Mesozoico
("era de los dinosaurios")
Cretácico145,5 ±4,0
<< Jurásico >>199,6 ±0,6
Triásico (los reptiles mamiferoides logran recuperarse tras el duro golpe recibido, pero finalmente terminan retrocediendo posiciones frente a otras criaturas como los reptiles diápsidos. El final del periodo se salda con una extinción masiva que pone fin a los reptiles mamiferoides; solo sus descendientes mamíferos sobrevivirán. Poco antes un grupo de diápsidos había dado lugar a las primeras formas de dinosaurios. Otros grupos de diápsidos se adaptan a la vida en el mar y en el aire. En los océanos, salvo por los reptiles gigantes, la vida adopta un aspecto moderno).251,0 ±0,4
Paleozoico Pérmico (se ensambla el supercontinente Pangea, auge de los reptiles mamiferoides, clima árido, el periodo termina con una extinción masiva que elimina al 90% de las especies de animales y a la mitad de las vegetales)299,0 ±0,8
Carbonífero (colonización activa del medio terrestre, frondosas selvas con insectos y anfibios gigantes)Pensilvaniense318,1 ±1,3
Misisipiense359,2 ±2,5
Devónico (era de los peces, escorpiones marinos gigantes, primeros anfibios)416.0 ±2,8
Silúrico (primeros insectos y plantas terrestres)443,7 ±1,5
Ordovícico (primeros peces aún muy primitivos, grandes moluscos acorazados dominan el mar)488,3 ±1,7
Cámbrico ("explosión cámbrica", gran radiación de la vida compleja. Aparecen todos los filos de la vida moderna y también otros extraños linajes que no tendrán continuidad.)542,


Respecto a la geografía, descubramos cómo lucía nuestro planeta a principios y finales del jurásico:









  Sabiendo ya cuando y donde nos movemos, ahondemos un poco más en el apasionante y a la vez aterrador mundo de los terópodos, los dinosaurios carnívoros. Vemos que en ellos se repite siempre el mismo plan corporal, que con muy extraordinarias excepciones se mantendrá durante toda la existencia del grupo, esto es:

  •   Cola rígida y gruesa.
  •   Poderosas patas traseras provistas de garras. 
  •   Un cuerpo proyectado hacia delante. 
  •   Brazos no muy grandes. 
  •  Voluminosas cabezas provistas de aserrados dientes y sostenidas por musculosos cuellos.



 Esqueleto de Allosaurus. En él se muestra el plan corporal de casi todos los terópodos, pasados y futuros. Resultó ser tan eficaz que apenas experimentó cambios durante su existencia.
 Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Fotografía del autor.


  Y sin embargo este grupo aún se las apañó para aportar al mundo animal una última innovación: las plumas.

 Se ignora en gran medida cómo aparecieron las plumas. Es posible que empezaran siendo finas vellosidades similares a pelos, aunque una cosa sí esta clara: en un origen no servían para volar. En sus remotos comienzos las plumas carecían de una estructura lo suficientemente rígida como para soportar las grandes tensiones propias del vuelo, ni tampoco poseían una forma aerodinámica capaz de dirigir correctamente el flujo de aire (véase nota 1), con lo cual su propósito solo podía remitirse a dos funciones: mantener la temperatura corporal y servir para exhibirse coloridamente a la hora de buscar pareja (de hecho es es justo el modo en que las emplean hoy en día muchas aves no voladoras). Sin embargo, será mejor que el lector compruebe por si mismo de qué estamos hablando, y para ello es menester que me acompañe al más recóndito interior de las espesas y sofocantes selvas jurásicas. Allí nos aguarda el sorprendente Epidexipteryx. Este animal de apenas un palmo de longitud es sin ningún género de duda el más misterioso, extraño y aberrante de todos los dinosaurios que existieron y existirían después.


Epidexipteryx, fotograma del documental "Planeta Dinosaurio".

Fósil de Epidexipteryx, pueden apreciarse los extraordinariamente largos dedos así como las sorprendentes plumas de la cola. Fotografía de National Geographic. 

  Esta surrealista criatura debía de vivir trepando por las cortezas de los árboles, y es posible que usase sus larguísimos dedos para hurgar en cada hendidura que hallase en busca de insectos u otros pequeños animales. El propósito de las plumas de la cola solo pudo ser el de impresionar o atraer a miembros de su misma especie, dado que parece difícil atribuirles cualquier otra funcionalidad. Además de ello, las cortas y pequeñas plumas que cubrían el resto del cuerpo le servirían sin duda para mantener estable su temperatura corporal.

 Y sin embargo las plumas iban a resultar útiles para algo más, más allá de como abrigo y ornamento. Con unas cuantas modificaciones pronto resultaron extraordinariamente aptas para... ¡volar! Vale, de acuerdo, admito que no es algo que hoy en día nos pueda sorprender, rodeados como estamos de gorriones, palomas, urracas, etc, sin embargo visto con perspectiva es insólito pensar  en que realmente una serie de filamentos cutáneos llegasen con el tiempo a reutilizarse nada más y nada menos que para surcar los cielos... ¿Cómo pudo llegarse a eso? Todo parece indicar a que los precursores de las modernas aves fueron dinosaurios especializados en trepar por los árboles, como hemos visto en el caso del Epidexipteryx y también lo veremos en un pariente suyo, el Epidendrosaurus, igualmente dotado de unas manos con largos dedos que le ayudarían en sus escaladas arbóreas.


Epidendrosaurus. Apenas medía 15 cm.
Fuente: http://mmfrankford.deviantart.com/art/Epidendrosaurus-99063481



  Una vez llegados a este punto, solo era cuestión de tiempo que las plumas revelasen su capacidad para sostener a un dinosaurio en el aire entre un árbol y otro. Sin embargo el primer "prototipo" no fue exactamente como el lector quizá imagine. No se empezó a volar con dos alas emplumadas... ¡Sino con cuatro!

Microraptor planeando de árbol en árbol con sus dos pares de "alas". No superaba el metro de longitud.

 El Microraptor estaba provisto de largas plumas tanto en sus extremidades anteriores como posteriores, además de en la cola, con forma de abanico y que haría las veces de timón durante el vuelo. Torpe en tierra, este animal debía de ser un ágil trepador y escaparía fácilmente del peligro saltando y planeando de un árbol a otro. El descubrimiento de sus espectaculares fósiles marcó un antes y un después en nuestra comprensión acerca de la evolución de las aves, revelando como el desarrollo de las mismas no habría sido en modo alguno lineal, sino que habría contado con varios tanteos de prueba y error antes de dar con el modelo óptimo.


Esqueleto de Microtapror, en él podemos observar las impresiones dejadas por las plumas de brazos, piernas y cola. Fuente:  http://phenomena.nationalgeographic.com/2013/04/22/theres-something-fishy-about-microraptor/

  En cualquier caso, fuera como fuera, el camino ya había quedado abierto y hacia finales del jurásico apareció la primera ave verdadera sobre el planeta Tierra. No sabemos cual fue, pero uno de los fósiles más antiguos que tenemos y sin duda el mejor conservado es el de Archaeopterix, que se ha convertido ya en todo un icono de la paleontología moderna y que se guarda celosamente en el Museo de Ciencias Naturales de Berlín.

Fósil de Archaeopterix, se aprecian claramente las impresiones de las alas, que ya sí que son las propias de un ave moderna. Fotografía del autor.

Recreación artística de Archaeopterix. Con medio metro de longitud, tenía el tamaño de una gaviota. Fuente: http://www.myjurassicpark.com/archaeopteryx.html 

  Y así es como pasamos de pequeños dinosaurios terópodos que empiezan a vivir trepando por las ramas de los árboles, que desarrollan plumas para mantener la temperatura corporal y exhibirse en el cortejo y que finalmente terminan primero planeando de árbol en árbol y finalmente volando libremente a través de los cielos. No es una mala historia. Pero el mundo del jurásico en general y de los dinosaurios en particular nos depara aún más, mucho más. Para entender cómo debemos antes hacer un alto en el camino y prestar atención a la clasificación de los dinosaurios, que desde su mismo nacimiento estuvieron diferenciados en dos ramas totalmente separadas, que siguieron caminos completamente distintos.

  Los dinosaurios que hemos visto hasta ahora, los saurópodos (gigantes de cuello largo [capítulo anterior]) y los terópodos (carnívoros bípedos y proto-aves, [en este capítulo y en el anterior]) pertenecen al orden Saurischia, que significa "cadera de reptil", en alusión a los huesos de su cadera, que a alguien se le ocurrió que recuerda a la de los reptiles tradicionales. Sin embargo existe otro orden, denominado Ornithischia ("cadera de ave", aunque evolutivamente nada tenga que ver), del que todavía nada hemos dicho.

 Pelvis Saurischia, arriba. El ejemplo proviene de un Allosaurus, un terópodo muy común en el Jurásico. Nótese que el pubis, el ilion y el isquion eran dobles, lo cual no se aprecia al verlos de perfil. Abajo, pelvis de un Hypsilophodon, un miembro primitivo de Ornithischia.  En el esquema podemos observar sucintamente la división de todos los dinosaurios dentro de estos dos grandes órdenes. Los segnosaurios aparecen marcados con línea discontinua al ser un grupo dudoso, ya llegará el momento de hablar de ellos en el siguiente capítulo. 


 Los primeros miembros de Ornithischia eran pequeños animales herbívoros, en general ágiles y veloces. En un principio no destacaron demasiado, y al igual que los modernos ciervos, comían rápidamente lo que encontraban, siempre prestos a emprender la carrera al menor atisbo de un depredador. Muchos de estos primitivos ornitisquios, como el Heterodontosaurus, muestran una dentición curiosa, con colmillos similares a los de los mamíferos, a pesar de que todos eran vegetarianos.


Heterodontosaurus genialmente reconstruido. Medía 1,3 metros y no pasaba de los 20 kg. Fuente: http://mallimaakari.deviantart.com/art/Heterodontosaurus-tucki-76750149
Cráneo fósil de Heterodontosaurus, con sus tres tipos distintos de dientes no era un caso frecuente entre los dinosaurios. Fuente: http://www.ucmp.berkeley.edu/diapsids/ornithischia/heterodontosaurus.html

  
  Pero hacia la segunda mitad del jurásico Ornithischia comenzó al fin a mostrar sus cartas. Primero, algunos de sus miembros empezaron a dotarse de corazas con pinchos, inaugurando un grupo conocido como "Thyreophora", en el cual se enmarcarán todos los dinosaurios acorazados. Si bien empezaron siendo pequeños como Scelidosaurus, esto era solo el comienzo.


Scelidosaurus realizando una flagrante transgresión temporal en un bosque moderno. No pasaba de los cuatro metros de longitud. Fuente: http://www.rareresource.com/pho_scelidosaurus.htm

  Pronto "Thyreophora" floreció y se dividió en dos grandes subgrupos, los Estegosaurios y los Ankilosaurios.

  Los Estegosaurios se caracterizaban por poseer enormes placas y largos pinchos sobresaliendo de sus lomos y costados. Uno de los primeros géneros en aparecer fue Huayangosaurus, hallado en China. Observándolo con atención podemos ver de qué estamos hablando exactamente.


Reconstrucción de Huayangosaurus. Era un estegosaurio muy pequeño con apenas 4 metros de largo. Cortesía involuntaria de Masato Hattori, cuyas creaciones pueden admirarse en su página web: http://prehlife.weebly.com/masato-hattori.html



 Si bien los pinchos, especialmente los de la cola, pudieron tener alguna función defensiva, las extrañas placas desconcertaron a los expertos durante mucho tiempo, sobre todo por su desigual distribución entre cada género. Digamos que Huayangosaurus es un caso intermedio; a partir de ahí algunos estegosaurios se decantaron claramente por los pinchos, sin duda en un esfuerzo por mantener alejados a los depredadores. Tal es el caso de Kentrosaurus, cuyo esqueleto podemos ver a continuación.


Kentrosaurus, Museo de Historia Natural de Berlín. Fotografía del autor.


 Sin embargo las placas cumplían sin duda una función, y de hecho una muy importante para algunos estegosaurios. Como muestra, no hay más que visitar al género que da nombre al grupo, el Estegosaurus.


Estegosaurus abrevando en un río. Con 9 metros de largo y 4 de alto, era un peso pesado de la época. Fuente: http://dinopedia.wikia.com/wiki/Stegosaurus



 Del tamaño de un autobús, era el más grande estegosaurio y sin duda debía que lucir un aspecto formidable. Recientes estudios han descubierto restos de capilares sanguíneos en las placas, lo que muestra que es muy posible que fueran empleadas como elementos termoreguladores, para enfriar o calentar al animal según fuera el caso. Tampoco se descarta que lucieran vivos colores y ayudasen a estos seres en sus rituales de cortejo o incluso a intimidar a los depredadores haciéndoles parecer más grandes. Por otro lado tenemos la maza espinosa de la cola, que ha recibido el nombre informal de "thagomizer" (véase nota 2). Se trató de una de las armas biológicas más mortíferas jamás preparadas por la evolución; podía perforar tejidos como si fueran papel y destrozar huesos sin problemas. A modo de testimonio se han encontrado restos de terópodos que habían sido víctimas del thagomizer y cuyo hueso de la cadera mostraba una brutal perforación.


"Thagomizer". Fuente: Wikipedia.


Otro rasgo llamativo sobre el Estegosaurus es su bajísimo coeficiente de encefalización. Este coeficiente mide el porcentaje ocupado por el cerebro del animal en relación con su masa corporal, y en el caso del Estegosaurus era sencillamente ridículo. Estamos hablando de un animal de las dimensiones de un autobús con un cerebro del tamaño de un albaricoque.

Cavidad craneal del Estegosaurus.


Cómo tan pocas neuronas podían controlar un cuerpo tan grande siempre ha intrigado a los expertos, hasta el punto de que cuando se descubrió una extraña cavidad en la cola se pensó que podía tratarse... ¡De un segundo cerebro! En principio sería mucho más primario y solo serviría para defenderse de amenazas inmediatas, probablemente blandiendo el thagomizer. Esta descabellada teoría hoy en día ha sido fuertemente rebatida (como es lógico), y en general se tiende a pensar que la cavidad antes mencionada simplemente era un depósito de glucógeno. No obstante Estegosaurus podría contar con una suerte de cerebro "externo", pues en los yacimientos parece asociado a otro ornitisquio, el Camptosaurus, del que ya hablaremos y que podría haber cumplido una función de "vigía", siendo Estegosaurus un simple y bruto guerrero de melé. 

 Y eso es todo lo que podemos decir por el momento de los estegosaurios. Vayamos ahora a hacer una visita a sus otros hermanos tireóforos, los Ankilosaurios.


  El grupo tireóforo de los Ankilosaurios optó por una solución defensiva más simple y radical, pero que a la larga resultaría siendo más exitosa. Sencillamente se blindaron casi por completo, al modo de los samuráis o de los caballeros medievales, y tampoco perdieron la ocasión de armarse en la mayor parte de los casos con una suerte de cachiporra de hueso al final de sus colas. Tal es el caso de Tianchisaurus, uno de los primeros ankilosaurios en evolucionar sobre el planeta.

Tianchisaurus. A pesar de su amenazador aspecto solo medía unos tres metros. Fuente: http://www.quazoo.com/q/Tianchisaurus

 En el periodo siguiente, mientras los estegosarios iban despareciendo poco a poco, los ankilosaurios ocuparon su nicho, prosperando y desarrollando armaduras oseas cada vez más formidables. Algunos de ellos se convertirían en auténticos "tanques" biológicos, pero mejor no adelantemos acontecimientos.

 Para terminar con los dinosaurios del jurásico debemos de hacer mención al grupo más exitoso del orden ornithischia, los ornitópodos.

 Los ornitópodos fueron quizá los animales vegetarianos más formidables y avanzados que nunca hayan existido sobre la Tierra. Básicamente se trataba de máquinas expertas de devorar vegetación, por dura y correosa que pudiera ser. Mientras que sus competidores saurischios, los saurópodos, habían optado por enormes tamaños, larguísimos cuellos y el hábito de engullir las plantas sin siquiera masticarlas, confiando únicamente en sus muy desarrollados aparatos digestivos, los Ortitópodos refinaron más su técnica. Contaban con formidables baterías de dientes, distribuidos en varias hileras y que podían reducir a pulpa absolutamente cualquier tipo de vegetación sin atender a razones. Además, dichos dientes se iban renovando constantemente, de modo que el aparato masticador siempre estuviera listo para la acción. Por añadidura los ornitópodos eran más pequeños y mucho más móviles que sus primos los saurópodos, pudiendo optar entre la locomoción bípeda o cuadrúpeda según el caso.  En general, en el periodo siguiente asistiremos a una velada guerra entre los dos grupos de titanes vegetarianos, que poco a poco irán ganando los ornitópodos, quienes evolucionarán hacia su sorprendente desarrollo final que aún no quiero anticipar. Uno de los más precoces en aparecer sobre la tierra y también de los más famosos es Camptosaurus, que ya comentamos anteriormente al asociarlo a las manadas de Estegosaurus.


Camptosaurus. Podía alcanzar hasta 7 metros de longitud. Fuente: http://www.arcadiastreet.com/cgvistas/earth/03_mesozoic/earth_03_mesozoic_1450a.htm


Cráneo de Camptosaurus. En él empezamos a ver el desarrollo de las poderosas baterías de dientes que harán famosos a los ornitópodos. Fuente: http://donglutsdinosaurs.com/camptosaurus-skull-2/

  
 Y con esto concluye nuestro repaso sobre todos los dinosaurios del jurásico que nos habían quedado en el tintero en el capítulo anterior. Pero ellos no fueron los únicos reptiles (véase nota 3) en triunfar en esta época. En el mar y en el aire hubo otros animales que evolucionaron de modos increíbles. Marchemos hacia el final de este capítulo haciéndoles un breve homenaje, y para empezar... ¿porqué no el mar? Nos colocamos un traje de buzo imaginario, nos encomendamos a los dioses marinos, y allá vamos.

  Por un lado tenemos a los plesiosarios, que se dividen en dos grupos a cual más insólito. El primero, y quizá el más famoso de todos es "plesiosauroidea". Por algún motivo estos seres, pese a no ser dinosaurios, nos recuerdan a los sauródodos, salvo que con aletas y con sus largos cuellos especializados en la captura de peces en vez de tiernas hojas de árboles. Digamos que eran algo así como masivas cañas de pescar móviles:

Plesiosaurus. Es un taxón cajón de sastre (o tal vez habría que decir desastre) en el cual se han adscrito todo tipo de especímenes del grupo que no se sabía exactamente como identificar. No obstante las características básicas son comunes para todos ellos. Su tamaño oscilaba entre 3 y 5 metros.

  Plesiosaurus, el género que da nombre al grupo, fue descrito por los científicos victorianos que lo descubrieron como "una serpiente ensartada en el cuerpo de una tortuga". Y en efecto algo así debía de ser, aunque una serpiente-tortuga muy grande, de más de 5 metros de largo.


  Más estos plesiosaurios no estaban seguros, pues en los mares jurásicos habitaba un monstruo atroz, el más enorme y mortífero leviatan que nunca haya acechado en las aguas del planeta Tierra. Es miembro del otro grupo en que se dividen los plesiosaurios, "pliosauridea", y deja en ridículo a los más enormes dinosaurios carnívoros. Es Pliosaurus funkei, que fue conocido durante una época como "Depredador X" hasta que se lo consiguió clasificar de un modo un poco más serio. Hasta 25 metros de longitud, unas 70 toneladas de peso... esto es un monstruo de pesadilla y lo demás son tonterías. Para que el lector se haga una idea del salvajismo y voracidad de este depredador solo hay que comentar que se han encontrado numerosos restos de otros reptiles marinos totalmente mordidos y despedazados por sus mandíbulas.

 Pliosaurus cazando a un desprevenido Plesiosaurus. Restos de estos últimos animales destrozados por mandíbulas de Pliosaurus han sido encontrados en distintos yacimientos. Fuente: http://www.tovima.gr/science/medicine-biology/article/?aid=480879



 Pliosaurus cazando a un Ictiosaurus. Igualmente se han descubierto numerosos restos de ictiosaurios hechos cisco debido a la actividad predadora de este monstruo.
Fuente: http://dol-blathanna.livejournal.com/16712.html


Cráneo fósil de un Pliosaurus, y no de los más grandes (se han descubierto dientes sueltos que apuntan a ejemplares aún más descomunales). Fuente: http://antediluviansalad.blogspot.com.es/2014/07/pliosaurus-kevani-business-in-front.html



  El último grupo de reptiles marinos que visitaremos son los Ictyosaurios, un modelo evolutivo totalmente apartado de los plesiosaurios y llevado muchísimo más hacia el extremo. Evolucionados en el triásico, ahora alcanzarán su cenit justo antes de desplomarse y extinguirse en el periodo siguiente. Reptiles transformados directamente en criaturas pisciformes, adaptativamente hablando estos animales hilaron muy fino, quizá demasiado. El riesgo que se corre con una gran especialización es que cualquier ligera sacudida en un ecosistema puede echarte a la cuneta, y eso es lo que les ocurriría a los ictiosaurios, pero no aún, en el jurásico todavía prosperaban y nadaban velozmente por los océanos.

Platypterygius bannovkensis, un ictiosaurio. Con 7 metros, medía casi tanto como una orca moderna. Fuente: http://olorotitan.deviantart.com/art/Platypterygius-bannovkensis-150470802


Leedsichthys atacado por un pliosaurio.


La verdad es que cuesta abandonar el océano sin seguir admirando otras criaturas formidables. Sin duda las hubo, por ejemplo peces gigantes de cabeza acorazada como Leedsichthys problematicus, que alcanzó hasta 20 metros de largo. Pero hay que seguir o este capítulo sería inacabable, y vamos a terminar mirando al cielo.



 Surcando los aires podemos admirar el vuelo de los pterosaurios, los asombrosos reptiles voladores que dominaron los cielos jurásicos. Cubiertos de un fino pelaje y con metabolismos de sangre caliente, no eran precisamente unos reptiles demasiado típicos, y su origen evolutivo es todo un misterio, como ya se vio en el anterior capítulo, pues es en extremo difícil relacionarlos con las demás criaturas con las que compartieron ecosistema.

 Básicamente encontramos dos tipos de pterosaurios, ranforrincoides y pterodactiloides.


 Los ranforrincoides eran pequeños, tenían el extendido dedo pulgar más largo, el cuello corto y además lucían una cola rematada en un peculiar timón.


Rhamphorhynchus. Con un tamaño de 1,75 metros, este animal seguramente que volaría sobre mares y lagos, pues sus dientes parecen diseñados para atrapar peces.
Fuente: http://www.amnh.org/explore/news-blogs/news-posts/remarkable-fossil-to-be-displayed-in-pterosaurs-exhibition


 Increíble ejemplar de Rhamphorhynchus que quedó fosilizado junto con sus membranas. Notense los dientes sobresaliendo hacia fuera a modo de cepo para atrapar pequeños animales, probablemente peces. Musée de sciences naturelles de Bruxelles. Fuente: Wikipedia.


 Los pterodactiloides tenían un dedo pulgar menos extendido, eran más grandes, su cuello era alargado y carecían de cola. En general fueron ellos los que prosperarían en el periodo siguiente, llegando en su momento de máxima gloria a alcanzar tamaños realmente insensatos. En el jurásico aún no pasaban de los 2 metros de envergadura, que ya es.


Pterodactylus planeando sobre la costa. Fuente: http://www.deviantart.com/tag/pterodactylus


 Ctenochasma, un pterodactiloide provisto de un sinnúmero de finísimos y largos dientes, que imaginamos que podrían servirle para filtrar el agua y alimentarse de diminutos crustáceos o larvas, a la manera de un flamenco actual. Medía 1,2 metros. Debido al análisis de las huellas que dejaron los pterosaurios al desplazarse sobre la tierra húmeda las orillas de mares y lagos, sabemos que solían plegar las alas y caminar a cuatro patas.
Fuente: http://prehlife.weebly.com/masato-hattori.html


 Y con los extraños pterosaurios terminaríamos este capítulo, pero... ¿no cree el lector que se nos olvida algo? En este y en el anterior capítulo hemos visitado a todos los tipos de dinosaurios jurásicos junto con las primeras aves, por no hablar de los asombros reptiles marinos y voladores. Pero... ¿Y los mamíferos? En el anterior periodo, el triásico, se produjo una hecatombe entre los reptiles mamiferoides (nuestros remotos antepasados). Todos desaparecieron de la faz del planeta. Sin embargo justo antes de sucumbir dejaron un legado para el futuro: sus diminutos descendientes, los mamíferos verdaderos. Estos seres, similares a ratas o a musarañas, destacaron muy poco. Es probable que muchos fueran nocturnos, tratando de pasar desapercibidos entre los terribles reptiles que los rodeaban y acechaban. ¿Cuales fueron las innovaciones que diferenciaron a los mamíferos de sus antecesores los reptiles mamiferoides? Las siguientes:

-  Un cerebro hasta cuatro veces más grande.

- Solo tenemos un único maxilar inferior en la mandíbula.

- Los dientes de los mamíferos tienen diferentes formas y tamaños, y el proceso de masticación está especializado.

- Aparecen pabellones auditivos en la cabeza, también conocidos como orejas.

- El movimiento del cuello y del cuerpo es más flexible, gracias a la especialización de las distintas vértebras. 

- Las patas se sitúan debajo del cuerpo y no a los lados.

- Los mamíferos contamos con un paladar para saborear los alimentos.  


Megazostrodon, uno de los primeros mamíferos verdaderos en aparecer sobre la Tierra. Era diminuto, solo medía 10 centímetros. Fuente: Wikipedia.


 Y así queda el complejo escenario ecológico de la vida sobre el planeta Tierra, listo para su espectacular desenlace en el capítulo siguiente. Hasta entonces, un saludo a todos los pacientes y gentiles lectores.







NOTAS: 



1) Las plumas de las aves voladoras están dotadas de una gran rigidez y además no son simétricas, estando dotadas de una forma más aerodinámica que permite que el aire pase más deprisa por debajo del ala / pluma que por encima, de modo que pueda sostener toda la estructura.



Pluma de ave voladora (arriba) y de ave no voladora (abajo). Fuente: http://www.sedin.org/propesp/X0018_4-.htm






Flujo de aire en un ala preparada para el vuelo. Fuente: http://www.surmagico.cl/alulas.htm



2) He aquí la curiosa historia del término "thagomizer": 

http://en.wikipedia.org/wiki/Thagomizer



3) Solo hubo dinosaurios terrestres. Si el lector confunde a reptiles marinos o voladores con dinosaurios, entonces más vale que no se encuentre cerca de un paleontólogo... o de mí, grrr... 



Bibliografía:


Enciclopedia Ilustrada de los Dinosaurios y otros Animales Prehistóricos. Dougal Dixon, Ediciones Omega. 






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