sábado, 24 de octubre de 2015

Capítulo XLI: Bestias alternativas. 2ª Parte.






Capítulo XLI

Bestias alternativas.

Segunda Parte; el Mundo Perdido.




 Saludos, queridos lectores. Este blog lleva ya un buen puñado de capítulos viajando desde el inicio del universo, contemplando la formación de la Tierra y asistiendo al origen de la vida y su evolución. Ahora, tras ver desaparecer a los dinosaurios y otras muchas criaturas, se encuentra en la así llamada "era de los mamíferos". Mamíferos, sí, una palabra que nos resulta familiar. Sin embargo, antes de que aparecieran los animales modernos hubo... otras cosas, otros seres cuya existencia nunca hubiéramos sospechado de no haber encontrado sus inverosímiles fósiles.

 Más antes de ponernos a explorar el mundo de los mamíferos prehistóricos, el lector necesita pertrecharse de al menos tres herramientas. 

 En primer lugar, le será muy útil un marco temporal. A tal efecto, le dejo esta tabla cronológica que toma como referencia la famosa extinción de los dinosaurios. Principalmente nos moveremos entre mediados y finales del periodo Paleógeno y principios del Neógeno.
  

 En segundo lugar, nos resultará igualmente útil conocer cómo era el planeta Tierra por aquel entonces. Durante el Paleoceno el clima fue cálido y húmedo, situación que llegó a su clímax en el así llamado "Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno" (véase tabla), un pico de elevadas temperaturas que sacudió repentinamente al planeta. Parece ser que en apenas 20.000 años la temperatura global subió hasta 6º C. Todo apunta a que la causa fue la emisión de dióxido de carbono. Aún no había seres humanos con coches y chimeneas, pero sí potentes erupciones volcánicas. Además, el calentamiento planetario propició la liberación de parte del metano retenido en ciertos depósitos subterráneos, algo que tampoco ayudó. Ambos compuestos, el dióxido de carbono y sobretodo el metano, son potentes gases de efecto invernadero, provocando entre ambos el abrupto aumento de temperatura (véase nota 1). Muchas especies marinas perecieron debido a la sacudida que el cambio climático ocasionó en la composición del agua y las corrientes oceánicas, pero en tierra el aumento de temperatura parece que de algún modo favoreció a ciertos grupos de mamíferos como los primitivos caballos o... los primates. Pero mejor no nos desviemos del tema. Ya en el Oligoceno, el clima empieza a volverse más frío y cambiante, apareciendo gran parte de los bosques estacionales modernos. Una de las causas del enfriamiento durante este enfriamiento fue la separación de Sudamérica de la Antártida, lo cual motivó el surgimiento de la Corriente Circumpolar Antártica, que aisló a este último continente de las corrientes más cálidas que recibía del norte y provocó que los bosques que hasta entonces aún resistían allí terminaran totalmente cubiertos por varios kilómetros de hielo, situación que se mantiene hoy en dia (a saber que secretos del pasado aguardan ocultos bajo todo ese hielo...). 


 ¿Y cómo era el mapa terrestre? Pues muy parecido al actual, aunque la India aún debía de chocar con Asia, y África y Australia todavía tenían que moverse más al norte, por no hablar del gran mar interior asiático. Veámoslo:




 Hasta aquí el clima y la geografía. Respecto del mundo vegetal, las únicas dos novedades fueron, por un lado la aparición de las plantas herbáceas, que colonizaron fácilmente todas las vastas praderas que encontraron, y por otro el éxito de los bosques estacionales de hoja caduca, principalmente en el frío y voluble Oligoceno. 


Los herbazales son un invento evolutivo más reciente de lo que solemos pensar, no existían antes del Paleoceno. Fuente.


 Bien, controlada ya la escala temporal y visto groso modo la geografía, el clima y la botánica, podemos entrar al fin en lo que realmente nos interesa: los extraños y ancestrales mamíferos que habitaron la Tierra antes de que se hicieran dominantes los grupos que hoy conocemos. Me sería muy difícil describir solo con palabras la historia evolutiva de los mamíferos y todas las ramas en las cuales se divide. Por fortuna tengo a mano la tercera herramienta que el lector va a necesitar para poder seguir con comodidad este capítulo: un cladograma, esto es, un esquema que muestra el parentesco entre cada uno de los principales grupos de mamíferos, ahí va:



 Este es, más o menos, el cladograma que agrupa y relaciona a todos los mamíferos (en verdad no es cien por cien exacto, hay líneas alternativas y está sujeto a constante revisión, pero es lo mejor que puedo ofrecerles). Como pueden observar está lleno de cruces, una por cada grupo que no lo consiguió. Notarán además que hay unas peculiares estrellas moradas que indican la característica de "únicos de Sudamérica". ¿Qué significa esto? ¿Por qué debería de llamarnos la atención? A ello vamos, querido lector, a ello vamos.

 Desde los mismos comienzos del Paleógeno hasta hace apenas unos tres millones de años (tan solo un instante a escala geológica) Sudamérica permaneció casi totalmente aislada del resto de los continentes. En consecuencia, los mamíferos que allí evolucionaron no se parecían a los de ningún otro sitio, y mucho menos a los que existen hoy en día. Fue una suerte de mundo perdido, un sorprendente sendero alternativo en la evolución de los mamíferos. Lo interesante es que aquellos animales se enfrentaron a problemas idénticos a los que se vivían en otros lugares y por lo tanto desarrollaron estrategias de supervivencia muy similares, aunque... a su manera.

 Podemos empezar con los "piroterios" (Pyrotheria). Veamos la reconstrucción de uno de ellos, Pyrotherium, quien de hecho da nombre al grupo:


Pyrotherium, vivió a finales del Oligoceno. Fuente.


 ¿Qué es esta criatura grotesca? ¿Un elefante primitivo? De eso nada. Los elefantes evolucionaron en África de modo totalmente independiente. Sin embargo este piroterio desarrolló una pequeña trompa junto con colmillos y el tamaño aproximado de un monovolumen. Parece que existe un "modo de vida de los elefantes" hasta el cual distintos animales pueden evolucionar siguiendo diferentes caminos. A esto se lo denomina nicho ecológico, y vamos a ver otro ejemplo aún más extremo. 



 Visitemos ahora a los notohípidos, también llamados "caballos meridionales". Tal es su similitud con los equinos que durante mucho tiempo se consideró a los notohípidos como antepasados de los caballos modernos. Sin embargo hoy en día se sabe que no tienen ninguna relación, simplemente convergieron evolutivamente en el mismo diseño, ocuparon el mismo nicho ecológico. En cualquier caso los notohípidos, pese a poseer unas patas y una dentición muy semejantes a la de los caballos, nunca llegaron a desarrollar cascos.

Rhynchippus, este aparatoso y terrible nombre significa "hocico de caballo", vivió en el Oligoceno.

  El lector no encontrará a los notohípidos en el cladograma de antes, pero sí a los notoungulados, a los cuales pertenecen. Los notoungulados fueron un grupo muy variado; lo mismo podían valer para un roto que para un descosido. Si se trataba de imitar a los caballos no había problemas, ¿y a las liebres? Pues tampoco. Hubo un grupo de notoungulados que adoptó un aspecto tan similar a los conejos (Glires, Lagomorpha) que hoy en día nos costaría distinguir a unos de otros. He aquí Pachyrukhos, la "liebre" sudamericana. 

Esta liebre que no era una liebre vivió entre finales del Paleógeno y principios del Neógeno. Fuente.

 No está mal, no, pero pongámoslo un poco más difícil...  pseudo-caballos, pseudo-liebres... ¿pero y pseudo-hipopótamos? Pues también. El modo de vida de los hipopótamos no fue problema para los grandes y pesados Toxodontes, otra vertiente de los notoungulados.


Mixotoxodon, un toxodonte (parece un juego de palabras). Tenía el tamaño aproximado de un hipopótamo. Vivió desde mediados del Paleógeno hasta principios del Neógeno. Fuente.

  Y ahora el más difícil todavía. Durante el Paleógeno hubo en los continentes septentrionales un tipo de animales llamados calicoterios (véase el capítulo anterior). Los calicoterios tenían la apariencia de una aberrante quimera: aspecto de caballo pero con las patas delanteras muy largas y terminadas en garras (sí, la evolución a veces tiene ese peculiar  y perturbado sentido del humor). Pues bien, los calicoterios tampoco se quedaron sin su versión notoungulada. Ahí está Homalodotherium para demostrarlo, y encima añadiendo de regalo una pequeña trompa.


Homalodotherium. Llegó a medir dos metros de largo y habitó en el Neógeno. Es la versión notoungulata de los calicoterios Fuente.

 Entre los que corrían caballunamente por las praderas, los que chapoteaban pesadamente en los ríos, los que arramblaban la vegetación con sus grandes garras y los que adoptaron un estilo de vida tipo roedor (unos ágiles como liebres y otros rechonchos como marmotas), los notoungulados fueron los mamíferos más exitosos de la aislada Sudamérica anterior al Cuaternario. 

 Más dejemos a los versátiles notoungulados y adentrémonos auténticamente en lo extraño. Piense el lector, ¿Qué ocurriría si mezclásemos un elefante con un camello? Seguro que nunca, ni siquiera bajo los efectos del peyote, se ha hecho esa pregunta. Sin embargo ahora tiene la oportunidad de conocer la respuesta, y todo gracias a los litopternos. 

Una pareja de Macrauchenias (litopternos) abreva en el río, atentos a la aparición de predadores como las aves del terror, de las cuales ya hablaremos. Fuente

 En realidad Macrauchenia, el litopterno que acabamos de ver, es más bien similar a la mezcla de un tapir con un okapi (un pariente de las jirafas), claro que con esa comparación nunca hubiera podido ganar la atención del lector. La trompa efectivamente se parece mucho a la de un tapir y también los tres dedos de sus patas. Sin embargo su tamaño es algo más grande que el de un caballo y su cuello alto y largo como el de un okapi. En general, esta mezcla de rasgos de artiodáctilos (okapis, rumiantes) y perisodáctilos (tapires) dejó a los científicos con el culo totalmente torcido.

 Pero esto no es todo. Otra rama distinta de liptoternos consiguió una imitación absolutamente perfecta de los caballos, mejor aún que la conseguida por los notoungulados. Cabeza de caballo, dientes de caballo, patas de caballo y... cascos de caballo. Si nos presentaran un potrillo a un lado y un litopterno al otro, simplemente no podríamos distinguirlos, y sin embargo el parentesco entre ambos animales es bastante lejano. 


Thoatherium. Con solo 70 centímetros de tamaño nos hubiera parecido un caballo minúsculo. Vivió en el Neógeno. Fuente.

 Diadiaphorus. Con 1,2 metros de largo no era tan diminuto como su pariente Thoatherium, aunque seguía siendo pequeño en comparación con los caballos actuales, a los cuales de todos modos se parecía mucho. Vivió en el Neógeno. Fuente

  Como ya se habrá dado cuenta el lector, llevamos un buen rato hablando de herbívoros, lo cual nos lleva a la interesante pregunta de... ¿Y quién los cazaba? Después de lo que hemos visto hasta ahora, la respuesta no puede decepcionar al lector y no lo hará. Los cazaban... las aves del terror.

  Las aves del terror han sido lo más parecido que ha existido a un dinosaurio carnívoro desde la desaparición de aquellos terribles reptiles. Medían entre 1 y 2,5 metros de altura y perseguían a sus presas corriendo sobre largas patas terminadas en afiladas garras. Sus alas habían perdido la capacidad de volar y servían para aferrar o zarandear a sus víctimas, mientras que su enorme pico era un arma mortal. Las aves del terror fueron los carnívoros dominantes en América del Sur durante casi toda la Era Cenozoica, y la más espectacular de todas ellas ellas fue Titanis walleri.

  Dos metros y medio de altura, unos 150 kilos de peso, un pico afilado y mortífero, terribles garras en las patas... encontrarse frente a Titanis era peor aún que vérselas con un Velociraptor de Parque Jurásico, siendo igual de inútil el intentar correr para salvarse.


Grupo de Titanis walleri se disputan una presa. Este depredador fue una de las últimas aves del terror, viviendo a finales del Neógeno. Fuente.


Comparación de tamaño entre Titanis walleri y un ser humano de 1,8 metros de altura. Fuente.


Fósil de Titanis walleri. Fuente
 Las aves del terror no fueron sin embargo los únicos monstruos avícolas en América del Sur. También hubo rapaces gigantes, como Argentavis magnificens, un pariente del cóndor solo que mucho más grande... hasta 7 metros de envergadura alar y un peso de unos 75 kilogramos. Proporciones simplemente abyectas. Un ave así podría haberse llevado volando a una persona menuda sin ningún problema, y podemos imaginarnos que hizo lo propio con los mamíferos sudamericanos de la época. 

Argentavis magnificens comparado con un ser humano adulto. Este rapaz vivió en Sudamérica a mediados del Neógeno. Fuente.

Argentavis le arrebata la presa a un Thylacosmilus (del cual se hablará a continuación). Fuente.

  Ya que hablamos de monstruos, se debe de hacer justicia a los reptiles gigantes sudamericanos. Un ejemplo es Purussaurus, un caimán de 10 metros de largo que vivió en el Neógeno.


Cráneo de Purussaurus y comparativa de tamaño con un ser humano adulto. Fuente.
   
  Más volvamos a los mamíferos, concretamente a los marsupiales, pero no de cualquier tipo, hablaré ahora de un feroz marsupial... con dientes de sable. Tal vez al lector le suene o haya oído hablar del "tigre dientes de sable" (Smilodon, véase nota 2) que acechaba y cazaba a nuestros antepasados homínidos. Bueno, pues Thylacosmilus fue su equivalente marsupial y sudamericano, otro caso de convergencia evolutiva que se centra exactamente en el mismo nicho ecológico, el rol de "dientes de sable". La estrategia es simple y atroz: apuñala y espera a que la víctima se desangre. No es de extrañar que tantos animales distintos adoptaran este modo de vida durante la evolución de los vertebrados (véase nota 3). 

Thylacosmilus, un marsupial dientes de sable del tamaño aproximado de un puma. Vivió en Sudamérica durante el Neógeno. Fuente.
Cráneo de Thylacosmilus. Sorprende ver como sus colmillos-puñal nacen desde la frente y van guardados en un estuche que probablemente estaría originalmente revestido a base de endurecida piel. Fuente.

 ¿Y qué pasó con todos estos peculiares mamíferos, aves y reptiles que vivían y evolucionaban extrañamente en Sudamérica? Nada bueno. Hace unos tres millones de años el istmo de Panamá unió a las dos Américas, generando un acontecimiento conocido como el "Gran Intercambio Americano". En él, la peor parte se la llevo América del Sur. Ello se debió principalmente a dos motivos: 

 En primer lugar, América del Norte había estado periódicamente conectada con Asia, con lo cual su fauna se había acostumbrado a luchar contra frecuentes invasiones de competidores asiáticos, volviéndose más dura. Una prueba de ello es que los marsupiales, en general menos competitivos que los mamíferos placentarios, desaparecieron en todo el mundo menos en Sudamérica y Australia, justamente las dos masas de tierra aisladas y protegidas. 

 El segundo motivo fue el clima, que era más variado en el norte que en el sur. De este modo los invasores norteamericanos podían adaptarse a los ambientes tropicales sureños, mientras que la fauna sudamericana lo tenía más difícil para colonizar las regiones más frías y secas del norte. 

 En consecuencia la fauna original sudamericana fue casi totalmente barrida del mapa. Muy pocos animales sobrevivieron. Hubo algunas contadas excepciones de animales sudamericanos que emigraron con éxito al norte. Titanis walleri, nuestra ave del terror favorita, fue uno de esos casos, al igual que un aguerrido marsupial que hoy podemos encontrar en norteamérica: la zarigüeya. 

Zarigüeya norteamericana, un marsupial superviviente del sur. Fuente.

 Pero en general la fauna norteña provocó una debacle en el sur. Un fenómeno parecido ocurrió en Australia cuando el ser humano introdujo ciertas especies del Viejo Mundo allí, como por ejemplo los conejos, que se convirtieron en una terrible plaga, motivo por el cual ahora las autoridades australianas se han vuelto especialmente quisquillosas con todos los visitantes y sus pertrechos. 

 Y hasta aquí llega el capítulo de hoy. En el próximo al fin empezaré a hablar de nuestros antepasados homínidos y del mundo en el que vivieron. Hasta entonces, reciba el lector un muy cordial saludo.


NOTAS:


Nota 1: La liberación de gases de efecto invernadero que dió lugar al Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno fue mucho menor que la que protagoniza actualmente el ser humano, así que ya es hora echarse a temblar ante las futuras consecuencias de lo que estamos haciendo.

Nota 2: Aquí tienen un Smilodon para que puedan comparar.


Smilodon populator, del tamaño aproximado de un tigre, vivió durante el Cuaternario en Asia y Norteamérica. Fuente.


Nota 3: Si el lector es ya veterano, tal vez recuerde de muchos (muchos) capítulos atrás a los gorgonópsidos, un tipo de reptiles mamiferoides que vivió antes aún de los dinosaurios. Pues bien, ellos también adoptaron el modo de vida "diente de sable", aunque de un modo mucho más primitivo, lógicamente.


Un gorgonópsido (Inostraceviaataca a un Scutosaurus, allá por el periodo Pérmico. Fuente.



Bibliografía / Webgrafía: 



Enciclopedia Ilustrada de los Dinosaurios y otros Animales Prehistóricos. Dougal Dixon, Ediciones Omega.

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