Capítulo XLIV
Monos desnudos.
Saludos queridos lectores y bienvenidos al que iba a ser el último pero que realmente será el penúltimo capítulo de este extraño blog al que le está costando terminarse. En él, tras relatar la historia del universo, de nuestro planeta, y de la vida que evolucionó sobre él, termino afrontando nuestro propio misterio, el enigmático y sorprendente advenimiento del Homo Sapiens, el ser humano moderno.
En el capítulo anterior vimos como hace unos 8-6 millones de años evolucionó en África un cierto homínido que sería el antecesor común de los chimpancés y de nosotros. Estas criaturas vivían en plena selva y se sentían a sus anchas desplazándose de rama en rama. Por desgracia para ellas un cambio climático estaba a punto de cambiar su destino para siempre. Debido al movimiento de las placas tectónicas, el continente africano empezó a partirse por la mitad (proceso que continúa hoy en día), formándose el famoso Gran Valle del Rift, una sucesión de montañas, lagos y volcanes que aisló a la zona del este y la privó de las copiosas lluvias provenientes del Atlántico.
Los homínidos que permanecieron al oeste del Gran Valle del Rift siguieron disfrutando de la abundancia y comodidad de sus selvas, mientras que aquellos infortunados que fueron atrapados en el este fueron viendo como poco a poco los bosques retrocedían y daban paso a la peligrosa sabana. El proceso no fue de la noche a la mañana, sino que duró bastantes miles de años y dio tiempo a nuestros antepasados a evolucionar, dando lugar a un nuevo tipo de seres, los "homíninos", subtribu evolutiva a la que pertenecemos. A diferencia de en la selva, en campo abierto los recursos escasean, con lo cual es necesario estar moviéndose continuamente para poder recolectarlos. Es debido a esto que la primera adaptación de los homíninos más ancestrales fue la de volverse bípedos. En efecto, caminar sobre dos patas era la mejor estrategia para moverse rápidamente cuando no había ningún árbol cerca, y los actuales chimpancés lo hacen en ocasiones cuando tienen que deambular por el suelo del bosque. Además, el bipedismo proporciona las ventajas extra de gozar de una mayor visión del entorno, y sobretodo de los depredadores, así como de liberar las manos para que realicen otras actividades útiles, como por ejemplo fabricar herramientas.
Gran Valle del Rift africano, responsable de dividir los destinos de las primitivas poblaciones de homídos. Fuente. |
Los homínidos que permanecieron al oeste del Gran Valle del Rift siguieron disfrutando de la abundancia y comodidad de sus selvas, mientras que aquellos infortunados que fueron atrapados en el este fueron viendo como poco a poco los bosques retrocedían y daban paso a la peligrosa sabana. El proceso no fue de la noche a la mañana, sino que duró bastantes miles de años y dio tiempo a nuestros antepasados a evolucionar, dando lugar a un nuevo tipo de seres, los "homíninos", subtribu evolutiva a la que pertenecemos. A diferencia de en la selva, en campo abierto los recursos escasean, con lo cual es necesario estar moviéndose continuamente para poder recolectarlos. Es debido a esto que la primera adaptación de los homíninos más ancestrales fue la de volverse bípedos. En efecto, caminar sobre dos patas era la mejor estrategia para moverse rápidamente cuando no había ningún árbol cerca, y los actuales chimpancés lo hacen en ocasiones cuando tienen que deambular por el suelo del bosque. Además, el bipedismo proporciona las ventajas extra de gozar de una mayor visión del entorno, y sobretodo de los depredadores, así como de liberar las manos para que realicen otras actividades útiles, como por ejemplo fabricar herramientas.
En suma, los homíninos se caracterizaron por:
- Ser bípedos.
- Ir perdiendo progresivamente el bello corporal, desarrollando a cambio mecanismos de sudoración para regular la temperatura, algo muy útil en ambientes cálidos. A raíz de esto el antropólogo británico Desmond Morris no dudó en definirnos como "monos desnudos".
- El periodo de celo desaparece y las hembras son fértiles durante todo el año.
- Dada la estrechez del canal del parto ocasionada por el bipedismo, las crías nacen muy poco desarrolladas y requieren de grandes atenciones.
- La complejidad social aumenta, quizá a raíz de la necesidad de cuidar de las prematuras crías y de protegerse de un entorno hostil.
- Se desarrolla el lenguaje, así como un cerebro muy avanzado junto con la capacidad de elaborar y utilizar herramientas.
- La dieta se vuelve omnívora; se incorpora el consumo habitual de carne como fuente adicional de energía que compense el cada vez mayor gasto energético de nuestros cerebros. Para ello se modifica la dentición y el aparato digestivo.
Todos estos cambios no se produjeron a la vez y se ignora como pudieron influenciarse unos a otros. Solo sabemos que los austrolopitecos, de los que se habló en el capítulo anterior, eran seres bípedos con cuerpos más o menos modernos pero con cerebros aún comparables a los de los chimpancés.
Australopithecus afarensis. Sus largos brazos indican que este homínino aún dependía en cierta medida de los cada vez más escasos árboles. Fuente. |
Los austrolopitecus, antes de desaparecer hace 3 millones de años, dieron paso a dos tipos distintos de descendientes, dos sagas paralelas de criaturas cada una con un destino distinto.
Por un lado tenemos a los parantropos, de los que también se habló en el capítulo anterior. Sus cerebros eran ligeramente más grandes que los de los austrolopitecos y parece ser que pudieron haber manejado herramientas primitivas de madera e incluso de piedra (esto último está muy discutido). No obstante su principal apuesta fueron las mandíbulas, mandíbulas enormes, poderosas, que les permitían masticar las gramíneas y los frutos más duros de la sabana.
Reconstrucción del cráneo de "El Cascanueces", un fósil de parantropo muy completo encontrado en Tanzania en 1959. Fuente. |
Los parantropos prosperaron durante al menos dos millones de años, hasta hace justo un millón de años. Pero no estuvieron solos, junto con ellos vivió el otro legado de los austrolopitecos: el género homo, es decir, los humanos.
El primer ser humano al que se reconoció como tal tras su descubrimiento en 1962 es el Homo habilis, el "hombre hábil". Vivió entre hace 2,5 y 1,5 millones de años y su pertenencia a nuestro género está aún muy discutida. Le acercan a nosotros una postura bípeda mucho más perfeccionada que la de los austrolopitecos y los parantropos, así como un cráneo más gracil y redondeado, con unos dientes más pequeños que indican una dieta más variada que la de los austrolopitecos. Sin embargo hay cosas que no cuadran, como por ejemplo su capacidad cerebral, que es solamente de 600 centímetros cúbicos (frente a los 1.350 que tenemos nosotros), únicamente 150 más que los austrolopitecos y solo 50 más que los parantropos, a los que no se toma como humanos. Así mismo sus brazos son aún demasiado largos, indicando que todavía conservaban la costumbre de trepar a los árboles en caso de peligro o para recolectar alimentos. Finalmente su altura media era solo de 1,3 metros, recordando en este extremo a los austrolopitecos. Esta mezcla de cualidades humanas y no humanas ha encencido un ardoroso debate acerca de si Homo habilis debe adscribirse o no a nuestro género. Para enredar todavía más las cosas, pronto llegó el descubrimiento de una nueva especie, el Homo rudolfensis que parece haber evolucionado después que Homo habilis y que, pese a ser igualmente pequeño, muestra una capacidad craneal de 750 centímetros cúbicos, lo cual ya sí que marca una diferencia muy notable con sus antecesores australopitecos. No obstante, el cráneo del Homo rudolfensis es más robusto y primitivo que el de Homo habilis, poseyendo unos molares grandes, de raiz profunda y esmalte grueso que recuerdan a los de los parantropos. Ambas especies humanas fueron contemporáneas, aunque Homo rudolfensis desapareció unos doscientos o trescientos mil años antes. ¿Cual de ellos es nuestro antecesor? ¿O acaso en realidad lo es una tercera especie aún pendiente de descubrir? De momento nadie tiene la respuesta.
Homo habilis manejando la tecnología olduvayense o "Modo 1". Fuente. |
Cráneo de Homo habilis. Fuente. |
La teconología lítica de la época es el "olduvayense", llamado así por la Garganta de Olvuvai, en Tanzania, donde se descubrieron los primeros yacimientos. La técnica olduvayense, también llamada "Modo 1", es muy simple: se trata de golpear rocas unas con otras para obtener lascas cortantes y piedras de bordes afilados. Aunque el olduvayense irá evolucionando y perfeccionando la obtención de los filos, la idea principal (golpear piedras para obtener pedazos afilados) no cambiará. Sabemos con seguridad que tanto Homo rudolfensis como Homo habilis usaban esta tecnología, sin embargo la polémica estalló cuando se descubrió un yacimiento olduvayense asociado a restos fósiles de la especie Paranthropus boisei. ¿Era posible que los aparentemente primitivos parantropos tuvieran la destreza suficiente como para generar piedras cortantes y usarlas? A fin de cuentas sus capacidades craneanas no distaban tanto de la del Homo habilis. Tras encarnecidas batallas académicas y arqueológicas, finalmente se decidió que no, que el olduvayense es exclusivamente humano y que además los parantropos, con sus poderosas mandíbulas y sus hábitos netamente vegetarianos, tampoco habrían tenido necesidad de usarlo. Habría que coger una máquina del tiempo para saber la verdad, pero como no lo podemos hacer (salvo en nuestra imaginación), habrá que seguir excavando.
Pieza lítica olduvayense, solo se trataba de obtener una piedra con un borde afilado. Fuente. |
Pareja de Homo egaster intentando aprovechar la carne de un antílope muerto. Fuente. |
Restos fósiles del famoso "niño de Turkana", un joven Homo ergaster de unos 11 años de edad descubierto al oeste del lago de homónimo nombre, en Kenia. Fuente. |
No obstante al principio el Homo ergaster se limitará a heredar la tecnología olduvayense (¿de quién?) sin plantear ninguna novedad destacada respecto de la misma. Solo pasado algún tiempo a algún artesano ergaster se le encenderá la bombilla e inaugurará una nueva técnica. Pero antes de que esto ocurriera el Homo ergaster protagonizó la que sería su gran hazaña: la expansión mundial.
Ignoramos el motivo, pero hace aproximadamente 1,8 millones de años los primeros grupos de Homo ergaster empezaron a abandonar África. Bien pudieron hacerlo siguiendo las migraciones de los rebaños de presas que cazaban, o quizá simplemente querían saber que había más allá del siguiente valle, sea como sea Homo ergaster se expandió por Asia y evolucionó. A las poblaciones asiáticas de estos humanos se las adscribe a una especie muy parecida que ha sido llamada Homo erectus (bromas aparte, significa "el hombre ergido", haciendo referencia a su bipedismo, ya que cuando sus primeros fósiles se descubrieron en 1886 no se sabía aún que fuera humano y se lo llamó Pithecanthropus erectus, esto es, "el mono ergido").
Homo erectus tenía huesos más robustos y el toro supraorbital más prominente que Homo ergaster (el toro supraorbital es una suerte de entrecejo óseo que en nosotros ha desaparecido); por lo demás si nos encontrásemos a sendos representantes de ambas especies por la calle no sabríamos quién es quién, hasta el punto de que muchos especialistas piensan que realmente se trata de la misma especie. Sea como sea, tenemos constancia de que hace unos 800.000 años Homo erectus se paseaba tranquilamente por China y por gran parte del sudeste asiático. Fue en este último lugar donde ocurrió algo extraño... incluso aberrante. De alguna manera un intrépido grupo de Homo erectus logró llegar a la pequeña isla de Flores, en la actual Indonesia. Probablemente aprovecharon una de las bajadas del nivel del mar ocasionadas por las periódicas acumulaciones de agua en el hielo de los glaciares que cubrían por oleadas parte del hemisferio norte. Cuando el nivel del mar subió de nuevo al derretirse los glaciares, aquellos Homo erectus quedaron atrapados en la isla de Flores y... cambiaron.
Isla de Flores, en rojo, cortesía de Google Maps. |
En una isla pequeña los recursos son muy reducidos, con lo cual hay que procurar aprovecharlos al máximo y tratar de gastar lo mínimo posible. Y el mejor modo de hacer eso es volverse enano. Esto no es algo nuevo, por el contrario es un fenómeno muy común cuando hablamos de evolución: dinosaurios de cuello largo enanos, elefantes enanos... seres humanos enanos. Así nació el Homo floresiensis, alias el Hobbit. Sus restos más antiguos datan de "solo" hace 70.000 años, auque tenemos pruebas indirectas de su existencia desde al menos 20.000 años antes. Estos humanos medían aproximadamente un metro de altura y fabricaban herramientas acordes con su tamaño, es decir, "mini-herramientas" de piedra. Por aquel entonces la isla de flores era como una especie de Mundo Perdido. Retroceda el lector conmigo hasta hace por ejemplo 50.000 años y visitémoslo. Hacemos pie en una paradisiaca playa tropical y nos internamos en una espesa y húmeda selva. Allí habitan animales extraños. Por un lado nos encontramos a elefantes enanos que pastan tranquilamente en medio de la vegetación, eso cuando no son amenazados por terribles lagartos gigantes similares a los actuales dragones de Komodo (es común no solo que haya animales insulares que reduzcan sus proporciones para poder ajustarse a los recursos limitados, sino que también haya animales usualmente pequeños que crecen para poder cazar a los primeros, así de retorcida es la evolución a veces). En medio de todo aquello, tribus de humanos primitivos y diminutos sobreviven como pueden, cazando, recolectando y reuniéndose en torno a un fuego para cocinar durante el día y calentarse por las noches. Y así aguantaron hasta hace tan solo... ¡13.000 años! (le recuerdo al lector que en esos tiempos los nuestros ya habían realizado las increíbles pinturas de bisontes de la cueva de Altamira y esta había quedado sellada por un desprendimiento de rocas a la espera de su redescubrimiento en el S.XIX). No en vano existen leyendas entre los actuales habitantes de la isla de Sumatra, cercana a la isla de Flores, que hablan del "Orang Pendek", un tipo de humanoide de un metro de altura que se supone que sobrevive oculto en lo profundo de la selva. ¿Podrían ser estas leyendas fruto de los avistamientos por parte de los humanos modernos de los últimos reductos de Homo floresiensis? Es dificil saberlo, pero está claro que en algún momento del pasado nuestras dos especies tuvieron que encontrarse... ¿que pensaríamos unos de otros? Me temo que ya nunca lo sabremos.
Dos Homo floresiensis luchan a muerte contra un varano gigante. El detalle de la calavera me parece genial. Fuente. |
Cráneo de Homo floresiensis. Fuente. |
Por supuesto, Europa fue también visitada por los primeros humanos. En la actual Georgia habitó una subespecie conocida como Homo erectus georgicus que nos plantea otro extraño interrogante, puesto que son muy primitivos, algunos piensan que demasiado (cráneos de solo 600 centímetros cúbicos, rasgos atávicos con solo un pie en la modernidad...). Durante un tiempo se creó una especie propia, el Homo georgicus, que se suponía un eslavón perdido entre el Homo Habilis y el Homo ergaster/erectus y que habría salido de África hace 1,8 millones de años. Actualmente los especialistas han cambiado de opinión y piensan que se trata de una subespecie arcaica de Homo ergaster/erectus que se adelantó y se lanzó a explorar el mundo un millón de años antes que sus descendientes más evolucionados.
En el lejano oeste europeo, en España, se presenta el problema exactamente contrario. Allí, es decir, aquí, concretamente en la sierra de Atapuerca, se produjo un auténtico bombazo cuando en 1994 se desenterraron los huesos fósiles de una nueva especie humana fósil, el Homo antecessor (el "hombre antecesor"). Homo antecessor resultó ser toda una caja de sorpresas. Los rasgos de su cara presentaban toda una gama de rasgos modernos que lo acercaban inquietantemente a nosotros. Su capacidad craneal además era de hasta 1.100 centímetros cúbicos, superando la del Homo erectus (900 c.c.) y aproximándose a la nuestra (1.350 c.c.). Para añadir más leña al fuego, el patrón de crecimiento de sus dientes muestra que estos humanos tenían un ciclo de maduración solo ligeramente más rápido que el nuestro, otra característica moderna. Sin embargo luego resulta que ciertas características de su mandíbula y esqueleto son prácticamente indistinguibles de las del Homo erectus... ¿frente a qué nos encontramos? Durante mucho tiempo se pensó que, como indica su nombre, Homo antecessor fue nuestro antecesor, un grupo de humanos que habría aparecido en África y se habrían expandido hasta el occidente europeo. Aquellos que se hubiesen quedado en África habrían terminado evolucionando hacia nosotros, mientras que los afincados en Europa habrían seguido su propio camino desembocando en los famosos neardentales (de los cuales hablaré en el próximo y definitivamente último capítulo). Sin embargo esta teoría actualmente ha perdido muchos apoyos por parte de la comunidad científica. En su lugar ahora se tiende a pensar que Homo antecessor es realmente un callejón sin salida de la evolución humana. Se trataría de una población asiática de Homo erectus que habría evolucionado aquí por su cuenta hace 1,2 millones de años, desarrollando características modernas pero extinguiéndose 500.000 años más tarde (hace 0,8 millones de años), una rama lateral que no habría conducido a ningún sitio (véase nota 1). Lo curioso es que dicha rama lateral ya mostrase el germen genético de lo que algún día llegaríamos a ser nosotros.
Homo antecessor. Fuente. |
Pero basta de hablar de características físicas y de ramificados linajes evolutivos, ¿cómo eran realmente aquellos humanos? ¿como se comportaban? ¿cual era su tecnología? En 1973 se descubrieron en el lago Turkana, Kenia, los restos de una mujer Homo ergaster adulta que había perecido víctima de una terrible enfermedad, la hipervitaminosis A. Esta patología, motivada por un exceso de vitamina A en el organismo, deformó sus huesos y sabemos que tuvo que producirle horribles padecimientos. Sin embargo no murió cuando los primeros síntomas graves la dejaron impedida, si no que sobrevivió hasta alcanzar un estado ya muy avanzado de su enfermedad. Esto significa que alguién la tuvo que cuidar y alimentar en aquellos momentos en los cuales aquella mujer no podría ya ni moverse. Este altruismo en un comportamiento claramente humano, lo cual nos hace pensar que las sociedades en las que vivía el Homo ergaster empezaban a ser ya complejas y cooperativas, con miembros que sentían algo por los demás y se ayudaban en caso de dificultad.
Aunque no todo era siempre tan bonito, pues también estaba presente el canibalismo. Se tienen pruebas concluyentes de que los miembros de la especie Homo antecessor se comían habitualmente a sus semejantes; se han desenterrado huesos humanos con cortes de herramientas de piedra a la altura de las inserciones de tendones y músculos. ¿Una medida desesperada ante una situación de hambruna? ¿Una práctica ritual? ¿Murieron los individuos devorados de modo violento? Según un estudio del Centro Nacional de Investigación Humana (CENIEH) con sede en Burgos, la abundancia de recursos naturales en el tiempo y el lugar donde habitaban los Homo antecessor cuyas practicas antropófagas hemos descubierto, indican que el canibalismo debía de obedecer a fines rituales. ¿Se comerían a los miembros de tribus ribales para intentar hacerse más fuertes? ¿Honraban a sus muertos alimentándose de ellos? Al margen de cual fuera el motivo, puede que no fueran los primeros, y sabemos a ciencia cierta que no fueron los últimos.
Dos Homo antecessor dedicados a sus habituales prácticas caníbales. Fuente. |
Por otro lado... ¿hablaban estos humanos? Respecto de Homo ergaster/erectus, durante mucho tiempo se creyó que no, que su laringe no estaba preparada para producir sonidos articulados como la nuestra, pero recientes hallazgos parecen desmentir esto, mostrando que en realidad la anatomía de su garganta no es tan distinta de la nuestra como se pensaba en un comienzo. Por otro lado, análisis de las impresiones de su cerebro dejadas en el interior de sus cráneos indican que el área de la corteza cerebral destinada al lenguaje había empezado a desarrollarse. En vista de las evidencias, muchos científicos piensan que estos humanos hablaban, no con un lenguaje tan complejo como el nuestro, pero hablaban. Iguales conclusiones han sido alcanzadas en relación al estudio del Homo antecessor, y con más motivo debido a su más avanzado cerebro (por no hablar del hecho de que coordinarse para cazar y comerse a otro ser humano bien debía de requerir de unas cuantas palabras, algo como "tú por allí y yo por aquí").
Finalmente está el asunto de la tecnología. Ciertamente se empezó con el primitivo olduvayense, que los viajeros Homo erectus se llevaron en su periplo y del cual nunca llegaron a pasar. Incluso el Homo antecessor y su gran cerebro también se quedó anclado en esta tecnología básica. Sin embargo ocurrió que un buen día hará 1,6 millones de años, un artesano de aquellos Homo ergaster que habían permanecido en África tuvo una genial idea. Desgajó una gran lasca de un nucleo de piedra y... decidió mejorar su filo. Con precisos golpes y mucha paciencia, fue tallando simétricamente sus bordes, creando dos caras de filos aserrados. Había nacido el primer bifaz, la primera hacha de mano, y con ella el "acheliense", también conocido como "Modo 2". Los bifaces o hachas de mano eran muy manejables y versátiles, suponiendo una gran mejora en el modo de vida de aquellos humanos.
Bifaz, también conocido como hacha de mano. Es el resultado de la técnica acheliense, el Modo 2. Fuente. |
También tenemos indicios de que tanto los Homo ergaster africanos como los Homo erectus asiáticos usaban el fuego, o al menos se beneficiaban de él. Se han descubierto lo que parecen ser restos de hogueras en asentamientos de ambas especies humanas, no obstante no hay pruebas de que dichos fuegos hubieran sido originados a propósito. Los científicos son muy cautos al adentrarse en este tema y de momento se limitan a pensar que estos humanos tan solo se aprovechan del fuego cuando se encontraban con él, sin haber descubierto aún su verdadero secreto.
Será en África, y no en ningún otro lugar del mundo, donde se diera el penúltimo paso de gigante en el camino que conduciría a nosotros. Lo protagonizó un nuevo tipo de humano, el Homo heidelbergensis, pero eso ya pertenece al capítulo siguiente, que será el último de este blog.
Notas:
Nota 1: Recientes estudios genéticos de los restos fósiles de esta especie podrían dar la vuelta a la tortilla y demostrar que Homo antecessor no fue después de todo un callejón sin salida y dió paso a seres humanos posteriores más evolucionados. Es un tema complejo y polémico del que hablaré en el capítulo siguiente.
Bibliografía:
- Breve historia del Homo Sapiens, Fernando Diez Martín, editorial Nowtilus.
- La especie elegida, Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez, editorial Temas de Hoy.
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