sábado, 28 de septiembre de 2013

2ª PARTE. Capítulo IX: Un lugar especial en el espacio.



 SEGUNDA PARTE
 Historia de la Vida en la Tierra.



Capítulo IX: Un lugar especial en el espacio.



 Saludos de nuevo, gentiles lectores. Como pueden ver, el verano no ha pasado en vano y se ha cobrado su precio sobre la continuidad de este blog. Sin embargo al fin he regresado para cumplir con mi promesa y continuar nuestro viaje hacia el presente. No les iba a dejar tirados en mitad de ninguna parte hace miles de millones de años.

 Dejemos pues ya atrás las digresiones sobre el origen, el cómo y el porqué del universo (véanse capítulos anteriores) y adentrémonos en el siguiente tema: el origen y desarrollo de la vida sobre este planeta. No es una cuestión sencilla, pero le garantizo al lector que es interesante como pocas; en este planeta han estado ocurriendo cosas muy sorprendentes en los últimos 4.000 millones de años. Además, lejos de ir encajando unas divagaciones con otras, esta historia tendrá la ventaja de ser lineal, con una cronología y un hilo argumental claros y precisos.

 Primero de todo, debemos de plantear el escenario del peculiar drama que estamos apunto de empezar a narrar. Se trata por supuesto de nuestro planeta, y por extensión de nuestro Sistema Solar. Ninguno de los dos ocupan un lugar arbitrario en el espacio o de lo contrario no podríamos estar aquí hablando de ello (recuérdese el principio antrópico, estamos aquí porque no podemos estar en otro sitio).



 Empecemos con el Sistema Solar. Nuestro Sol orbita alrededor del centro de un tipo especial de galaxias que han sido informalmente denominadas "del valle verde" (1). Esto se debe a que sus características son compatibles con la existencia de vida, circunstancia que no todo este tipo de objetos comparten: muchas galaxias son lugares violentos, dominadas por violentos y súper masivos agujeros negros que devoran cúmulos enteros de estrellas y escupen mortífera radiación a raudales. Nuestra galaxia, la Vía Láctea, también cuenta con un pavoroso agujero negro central, pero por fortuna para nosotros parece estar relativamente tranquilo, al menos de momento.



 Además de estos extremos, hay otro factor clave en la compatibilidad de una galaxia con el surgimiento de la vida: la tipología de la población estelar que la compone. Lamentablemente las limitaciones de tiempo y espacio me impiden hablar acerca de los modelos actuales de evolución galáctica, pero a efectos del tema que nos ocupa baste decir que en algunas galaxias la población de estrellas se ha visto formada desde los inicios por astros de larga duración, que no han evolucionado apenas ni por lo tanto han favorecido la creación de nuevas generaciones estelares. Estas viejas estrellas de "primera generación", también conocidas como Población II (en general más grandes, frías y rojas), son pobres en variedad de elementos químicos tal y como lo era el primitivo entorno en el que se formaron, y por lo tanto sin ello no podemos imaginar ningún tipo de vida tal y como la conocemos.



 En cambio nuestra propia galaxia y las que le son similares cuentan con la denominada Población I, compuesta por estrellas de corta vida. Ello significa que han visto nacer y morir diversas generaciones estelares, las cuales han cocinado (en los hornos de fusión nuclear de sus núcleos) los elementos químicos que le forman a usted y a mí, y que al implosionar y/o estallar en su colapso final los han esparcido por doquier, listos para aposentarse en algún planeta como el nuestro.

Recordemos la nebulosa del Cangrejo, los restos de una estrella que explotó violentamente como Supernova en el año 1054 de nuestra era. 

 
 Resumiendo, la Vía Láctea es parte de una selecta élite galáctica dentro del antes mencionado "valle verde" en donde la vida podía surgir y de hecho lo hizo.


 Visto esto, acerquemos ahora la lupa a nuestro querido Sistema Solar y veamos como y donde surgió y que lo hace ventajosamente especial para nosotros. Para ello, debemos de mover la ya casi olvidada palanca de "viajar al futuro" de nuestra Máquina del Tiempo Imaginaria (MTI) y desplazarnos hasta hace unos 4.000 millones de años en algún rincón del exterior de uno de los brazos de nuestra galaxia (véase el mapa galáctico).

Mapa de la Vía Láctea, marcando nuestra posición actual.



 Estamos cómodamente lejos del centro galáctico, donde el agujero negro supermasivo que lo domina (equivalente a millones de masas solares), pese a ser del "tipo tranquilo" hace algunas de las suyas, como acelerar estrellas a velocidades inimaginables (2), tragarse a alguna que otra y emitir ciertas cantidades de radiación mortífera. Mejor estar lejos de él. Además, las estrellas que componen el centro galáctico pertenecen en mayor medida a la Población II, con lo cual tampoco se puede contar allí con demasiada riqueza de elementos químicos. Por el contrario los brazos espirales (o el espolón de un brazo en el cual vivimos ahora, véase el mapa), están poblados de Población I, valga la redundancia, y son más activos. Esta mayor actividad, que como ya dijimos se manifiesta en una elevada natalidad estelar, tiene la virtud de retroalimentarse a si misma. Ello, más o menos sucede del siguiente modo: cuando una estrella termina por agotar su combustible nuclear (3), colapsa y estalla. Si lo hace violentamente, genera una onda de choque (4) que agita y comprime el gas interestelar que se halle cerca, proceso que provoca que este gas empiece a su vez a colapsar gravitacionalmente sobre si mismo y forme el embrión de futuras estrellas (véase imagen de la Nebulosa de Orión). La ausencia de este fenómeno es, en parte, lo que contribuye a que la Población II sea tan pobre y tediosamente estable. 

 
Nebulosa de Orión, muy próxima al cinturón de tres estrellas de la constelación que le da nombre, una de las más notorias de nuestro hemisferio celeste. En ella se están formando actualmente centenares de estrellas.



 Finalmente debemos de mencionar una última variable, que no es otra que la órbita que sigue nuestro Sistema Solar alrededor del centro galáctico. Un "año galáctico" dura en torno a unos 225-250 millones de años terrestres (5). En el viaje del Sol por la Vía Láctea entramos y salimos de grandes nubes de polvo, lo cual se ha apuntado que podría estar relacionado con catástrofes pasadas y futuras (6), pero en general mantenemos una órbita equilibrada, es decir, coincidente con el propio plano galáctico y no demasiado excéntrica. ¿Que sucedería si no fuera así? Esto es mera especulación, pero según ciertos investigadores, saldríamos de la protección del "Campo Magnético Galáctico" (7). Existe una gran polémica acerca del origen de este campo, pero se piensa que podría estar formado por la suma de los diferentes campos magnéticos estelares así como el del propio agujero negro supermasivo central. Sea como sea, dicho campo en teoría nos protegería de los violentos vendavales de radiación intergalácticos, causados estos últimos por las interacciones de las propias galaxias con el gas intergaláctico (este último y las altísimas temperaturas que puede llegar a alcanzar si está más estudiado por los astrofísicos, véase Capítulo IV sobre la detección de la materia oscura). Así las cosas, parece ser que si saliéramos de la "zona segura" que constituye el Campo Magnético Galáctico, terminaríamos tostados y crujientes como unos pescaditos fritos.



 Perfecto, estamos entonces en la galaxia correcta en su zona adecuada. ¿Pero y nuestra estrella? ¿Es normal lo que ha ocurrido aquí, es decir, el surgimiento de un sistema estelar con las características del nuestro y la existencia de un planeta como la Tierra? Hasta hace algo menos de 20 años (terrestres), hubiera sido imposible responder a esta pregunta sin salir de las simples fantasías especulativas. Pero hoy en día, con 743 sistemas estelares y un total de 973 planetas descubiertos por ahí fuera (8), podemos responder con hechos claros y tangibles. Contestaremos además a la ancestral pregunta de hasta donde podemos considerar o no probable la aparición de vida en nuestro universo en general y en la Vía Láctea en particular, usando para ello todos los medios que tengamos a nuestro alcance, que son unos cuantos. Más todo ello será en el próximo capítulo, hasta entonces a morderse las uñas queridos lectores. 
 


 Notas y webgrafía:




(2)  Precisamente, la detección de estrellas inimaginablemente aceleradas cerca del centro de nuestra galaxia es una de las evidencias de la existencia del agujero negro supermasivo.

(3)  Para saber más acerca del ciclo de la evolución estelar, me remito al capítulo VII.

(4)  Se denominan "burbujas" a las huellas que las explosiones estelares (de tipo supernova) dejan en el gas y polvo de los brazos de nuestra galaxia. Nosotros ahora viajamos por uno de ellos: http://es.wikipedia.org/wiki/Burbuja_Local

(5) En principio estaríamos en el 20º año galáctico.

(6) No recuerdo la fuente, pero ciertas especulaciones apuntan a que un exceso de polvo interestelar en nuestro entorno podría bloquear la luz del Sol e influir sobre el clima de la Tierra, lo cual según algunos estaría detrás de algunos eventos de extinción masiva ocurridos en nuestro planeta.






Bibliografía:

- La mano invisible del universo, por Christopher J. Conselice, revista Investigación y Ciencia nº 367.

- Historia de la Tierra, por Laura Castaño, revista Muy Especial nº 69.

- El Universo, Isaac Asimov, publicado por Alianza Editorial.



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