Capítulo VII: A horcajadas sobre el infinito.
Esta vez
sí. Tras la traición de la semana pasada ahora sí que nos
disponemos a afrontar el desafío final y a abrir el melón de la
última pregunta que nos queda por responder: ¿por qué el universo
es como es? No será fácil afrontar esta cuestión, pues no en vano
es la madre de todas las preguntas. Sinceramente, ignoro cuanto
podremos aproximarnos a la respuesta verdadera o si esta acaso existe
o no, pero haremos todo lo que podamos, es decir, veremos hasta donde
la ciencia ha conseguido arrojar luz sobre tan oscuro e insondable
enigma. Y tengan por seguro que se sorprenderán con ello. Si creían
que a pesar de todo lo que han podido leer hasta el momento conocían
la realidad que habitamos, pronto cambiarán de opinión. Empecemos:
¿Por qué
el universo funciona del modo en que lo hace? Parece una pregunta muy
idiota y a mí al principio así me lo parecía. Simplemente funciona
así y ya está, podríamos responder. Sin embargo el comienzo de
nuestros problemas con esta respuesta se encuentran en el enorme,
inmenso cúmulo de casualidades que hallamos en las leyes de la
física y sin las cuales no existiríamos. Lo que estoy a punto de
enunciar se conoce como "principio antrópico" y ha sido
objeto de muchas polémicas, debates y reflexiones en los últimos
tiempos. Básicamente viene a decir que nosotros como observadores
condicionamos aquello que podemos ver, o dicho de otra manera, que
las cosas son exactamente como son puesto que de otra manera no
podríamos estar aquí observándolas. Así es, estamos ante la
perogrullada más grande que jamás haya sido enunciada, pero más
que un artificio filosófico, el principio antrópico se ha
convertido en una herramienta útil para estudiar el funcionamiento y
evolución de nuestro universo. Pondré un ejemplo de ello.
Los seres
vivos estamos formados principalmente por un elemento químico ¹
llamado carbono. En esencia es un tipo de átomo que puede combinarse
de muchísimas maneras distintas y que da todo el juego necesario
para que puedan existir formas vivas. Se ha especulado bastante
sobre la posibilidad de que otras criaturas pudieran haberse formado
a partir de elementos distintos, por ejemplo el silicio, pero las
propiedades del carbono son tan especiales que resulta en extremo
dudoso que esto haya sido posible. Sin embargo nuestro famoso carbono
no surgió de la nada gracias a una varita mágica. Justo al
comienzo, el universo era bastante pobre en elementos químicos, de
hecho estaba constituido casi en su totalidad por hidrógeno y helio,
los dos átomos más simples que pueden formarse. Por suerte para
nosotros, mucho tiempo después en el interior de las estrellas
tuvieron lugar complejos procesos de fusión nuclear que permitieron
la síntesis de elementos más complejos a partir del hidrógeno y el
helio.
Estos se
fusionaron generando gran cantidad de energía (como hace nuestro
Sol) y produciendo elementos químicos cada vez más elaborados
(formados de más protones, neutrones y electrones). Así las
estrellas se convirtieron en una suerte de factorías de hierro,
oxígeno, calcio, flúor, carbono, silicio y en definitiva de los 92
elementos químicos que encontramos hoy en día en la naturaleza. En
efecto, el material del que usted está hecho se ha manufacturado
dentro estrellas. Estas, cuando han agotado su "combustible",
es decir, cuando han acumulado cierto número de elementos químicos
tan pesados que ya no sale energéticamente rentable fusionarlos (el
hierro suele ser una barrera), colapsan y explotan, esparciendo todos
sus componentes por la galaxia (y en algunas explosiones se generan
aún más tipos de elementos químicos).
Magnífico,
ahora nuestra pregunta es: ¿como de probable es que se genere dentro
de las estrellas la suficiente cantidad de carbono como para que sea
factible que pueda surgir vida basada en él en un planeta? Porque
todos sabemos que hay elementos químicos que son muy difíciles de
producir y por tanto muy escasos en la naturaleza. La respuesta es
que aparentemente el carbono pertenece justamente a esa categoría de
elementos muy difíciles de producir. Para generarlo tienen que
chocar dos núcleos de helio para formar berilio y luego uno más
para generar carbono en una carambola denominada "proceso triple
alfa" (debido a que a los tres núcleos de helio que intervienen
se los conoce como rayos/partículas alfa). Esta carambola atómica
es en efecto bastante improbable, así que en principio el porcentaje
de carbono en el universo debería de ser ínfimo.
Proceso triple alfa en acción, gracias a él estamos hechos de carbono. |
Pero aquí
salta nuestro principio antrópico dispuesto a presentar batalla,
puesto que estamos en nuestras respectivas sillas leyendo/escribiendo
estas líneas y resulta que estamos formados principalmente de
carbono. ¿Que pasa realmente? Los científicos se pusieron
rápidamente a examinar esta cuestión y en 1952 un físico llamado
Fred Hoyle predijo que “la suma de las energías del berilio y
del núcleo de helio debe ser casi exactamente igual a la energía de
un cierto estado cuántico de un isótopo ²
de carbono, una situación llamada resonancia, que
incrementa mucho el ritmo de una reacción nuclear.” Dicho
nivel de energía no se conocía en la época, pero gracias a esta
predicción inspirada en el principio antrópico se buscó y se
encontró. El proceso en cuestión es una coincidencia tal de los
valores con los que juegan las leyes físicas que dejó patidifusos a
los científicos. Y sin embargo este solo es un ejemplo más de
muchos “azares” delicadamente “amañados” para que podamos
estar aquí, los cuales los científicos han buscado y encontrado en
base a este tipo de razonamientos. Pondré más ejemplos de estas
increíbles coincidencias. Y para cambiar de escenario, vayámonos de
lo muy pequeño a lo muy grande.
Recordemos
del capítulo anterior que a gran escala nuestro universo estaba
manejado por dos fuerzas antagónicas: por un lado la gravedad trata
de juntar a los diferentes objetos dotados de masa (estrellas,
galaxias, cúmulos de galaxias, etc) a pesar de la expansión
cósmica, mientras que la así llamada “energía oscura” actúa
justo al revés, separando esos mismos objetos y acelerando dicha
expansión. Así mismo, se recordará también que la energía oscura
había empezado a hacerse notar hace unos 5.000 millones de años,
cuando la expansión del espacio-tiempo al que va asociada hizo
incrementar lo suficiente su fuerza, tanto como para contrarrestar a
la gravedad. Bueno, pues gravedad y energía oscura desarrollan
diferentes efectos sobre grandes cúmulos de galaxias. La primera los
hace chocar, generando grandes galaxias en las cuales las colisiones
de gas provocan un nacimiento muy rápido y violento de estrellas que
en seguida se consume a sí mismo. Las galaxias así creadas son en
efecto muy grandes, con una bajísima tasa de natalidad estelar y
están pobladas por un remanente de estrellas de larga esperanza de
vida y por lo tanto muy viejas, que no han pasado por los violentos
procesos de evolución que veíamos antes y son pobres en elementos
químicos (esenciales para la vida). Además, en este tipo de
galaxias encontramos grandes agujeros negros devoradores de materia
en medio de terroríficos “eructos” de radiación, condiciones no
muy acogedoras para montar un ecosistema planetario, la verdad. Este
escenario ha sido confirmado observando galaxias muy distantes y por
lo tanto muy alejadas atrás en el tiempo, de la época en que la
gravedad era la fuerza dominante en ese tipo de fenómenos.
Por
contra, la energía oscura tiende a aislar más las galaxias, las
cuales son más pequeñas y en cuyos interiores ocurren procesos de
formación estelar más sosegados, dando tiempo al nacimiento de
sucesivas generaciones de estrellas con sus correspondientes
explosiones finales y una rica distribución de elementos químicos
complejos. Dicho esto, tenemos que el valor de la energía oscura es
justo el adecuado para:
- Haber favorecido la producción de galaxias como la nuestra.
- Ser lo suficientemente alto como para que el universo no se colapse sobre sí mismo demasiado rápido por culpa de la gravedad.
- Ser lo suficientemente bajo como para que el universo no se haya expandido demasiado rápido sin que diera tiempo a la formación de galaxias.
Mucha
coincidencia tal vez, más si pensamos que la materia oscura también
ha jugado su papel al permitir que las galaxias se formaran del modo
en que lo han hecho y a tiempo para que nos haya dado tiempo de
evolucionar en un planeta a partir de microbios y pararnos a pensar
sobre estas cuestiones. Podría seguir, pero a modo de traca final
acerca del “amañe” de las leyes físicas de nuestro universo
diré que:
- Un cambio del 0,5 % en la intensidad de la fuerza nuclear fuerte o de un 4 % en la fuerza electromagnética destruiría casi todo el carbono y oxígeno en cualquier estrella y por consiguiente las posibilidades de que podamos estar ahora tostándolos las retinas delante de la pantalla de un ordenador.
- La fuerza gravitatoria es igual a G x (M x M') / r² ; siendo G la constante gravitatoria, M la masa del cuerpo principal, M' la del cuerpo secundario y r la distancia que separa a ambos cuerpos. Es decir, que la fuerza de la gravedad entre dos objetos con masa disminuye según el cuadrado inverso de la distancia entre ellos. Si esto no ocurriera así y por ejemplo fuera el cubo inverso (G x (M x M') / r³), las órbitas de los planetas no serían estables y de nuevo no podríamos encontrarnos aquí sumidos en estas reflexiones. * (véase nota final)
- Otros cambios mínimos en diferentes constantes físicas también darían al traste no solo con nosotros, sino también con la existencia de átomos estables, de la materia gracias a su predominio sobre antimateria cortesía de ciertas violaciones en el principio de conservación de la carga eléctrica ³, etc...
En
resumen, para que nuestro universo hubiera surgido del puro y duro
azar del falso vacío cuántico, son demasiadas coincidencias. Aquí
pasa algo raro. Y llegados a este punto podría decir algo así como
“claro, pero es que nuestro cosmos fue creado por un enormemente
grande y poderoso monstruo formado de espagueti y un par de
albóndigas, y que se creó así mismo (del mismo modo que a veces
surgen de manera espontánea tuppers de pasta en mi nevera),
planeando unas leyes físicas exactamente con los valores necesarios
para que pudiéramos existir y adorarle como se merece”.
Monstruo del Espagueti Volador. |
Sí, adorar
al Monstruo del Espagueti Volador y echarle la culpa de nuestra
existencia es una gran tentación, sobre todo porque me permitiría
poner fin a este tema e irme a hacer otras cosas. Pero no, me temo
que creer en entes todopoderosos y auto-creados es demasiado
complicado para ser del gusto de la ciencia, así que tendremos que
buscar alguna otra explicación que sea más coherente con lo que
sabemos del universo y también más simple y elegante (a su manera).
Por
fortuna para nosotros esa explicación existe, y se llama...
¡infinito! Y hay no uno sino dos modos de acercarnos a este
concepto, a cual más insólito.
El primer
modo es regresando (por última vez) al concepto de inflación
cósmica. Vimos hace un par de semanas las evidencias de que nuestro
universo hubiera surgido en una violentísima expansión inicial
denominada “inflación cósmica” a partir de un préstamo de
energía cortesía del vacío primigenio. Sin embargo, la pregunta
evidente es: ¿y por qué esto ha tenido que ocurrir una sola vez y
no varias? ¿acaso no pueden estar ocurriendo estos procesos
continuamente a partir del vacío? Acabamos de abrirle la puerta al
controvertido concepto de multi-universo. No sería este por lo tanto
nuestro único cosmos, sino que habría otros, más allá de nuestra
capacidad para detectarlos y surgidos de procesos análogos al
nuestro. Puesto que vacío en el que nacerían estos universos se
expandiría más rápido que ellos mismos, unos nunca podrían entrar
en contacto con otros y en la práctica cada uno formaría una isla
permanentemente incomunicada de las demás. A esta teoría se la
llama “inflación eterna”, y hablaríamos en efecto de un proceso
eterno de generación de infinitos universos, cada uno con diferentes
valores para la energía oscura y distintos ritmos de expansión.
Nosotros solo viviríamos en aquel en el cual dichos factores han
sido los más óptimos. Puede parecer fantasía, pero realmente solo
estamos aplicando a una mayor escala los mecanismos que pensamos que
han funcionado y funcionan en nuestro universo. Matemáticamente no
es ninguna incoherencia.
El vacío entre universos se expandiría más rápido que ellos mismos, así que nunca podrían conectarse.
|
Pero aunque
el lector no lo crea, se puede ir todavía más lejos. Todo este sin
fin de universos que imaginamos podrían compartir los mismos
parámetros físicos... o no. Partiendo de distintas energías
primordiales de vacío, podríamos tener universos en los cuales las
constantes físicas no fueran iguales a las nuestras: diferentes
masas para las partículas, otras intensidades en las fuerzas o
interacciones fundamentales, etc. Así las cosas, la maravillosa
pléyade de casualidades que permiten nuestra existencia solo habría
sido seleccionada por el principio antrópico entre una infinita gama
de otras alternativas. De un plumazo, combinando principio antrópico
e infinito, somos capaces de darle una patada al “porqué de todo”
y escupirle a la cara un: “simplemente porque en algún sitio podía
ocurrir”. No hace falta recurrir a dioses ni otras criaturas
todopoderosas; todo indica que somos hijos del infinito y del azar.
Es estremecedor pensar en toda esa ilimitada red de otras realidades
posibles, a pesar de que sean algo virtual en la medida en que nunca
podremos viajar hasta ellas y saber de sus maravillas, de sus dramas
y de quien allí pueda habitar y opinar sobre el asunto. ¿Podrían
existir otras Tierras y otros nosotros en esas otras realidades?
Precisamente el principal handicap de esta teoría es que por
definición no puede ser contrastada directamente, pero sí que
podemos detectar sus indicios al explorar nuestro propio cosmos.
Además, sin el multi-universo en verdad nos veríamos en serios
problemas para explicar el porqué de todo lo que hemos descrito en
estos capítulos, y repito que su postulación es física y
matemáticamente coherente con lo que sabemos hoy en día acerca de
la realidad que sí podemos explorar.
A algunos científicos
les parece frustrante que nos rindamos y expliquemos las distintas
masas de las partículas y otros parámetros de nuestro universo
recurriendo al burdo azar infinito combinado con el principio
antrópico. Por un lado critican que presupongamos justo lo que queremos demostrar para poder hacerlo, una falacia denominada "petición de principio" y que puede compararse con el hombre que trata de sacarse de unas arenas movedizas tirándose del pelo. Por otro lado les parece una solución poco elegante explicar que algo ocurre solo porque puede ocurrir. Pero en ciencia
las teorías se miden por su eficacia para explicar y resolver
problemas, no por su elegancia, y además, aunque descubriéramos una
preciosa y refinada “ecuación maestra” que nos revelara el
origen de todos los distintos valores que rigen nuestro cosmos, aún
podríamos preguntar: “¿y por qué esa ecuación es así?”. Nótese que no es que presupongamos el multiuniverso para poder demostrarlo, sino que nos limitamos a postularlo para ver que predicciones podemos realizar a partir de él. Sea como sea, los experimentos y las pizarras cargadas de ecuaciones de los físicos tendrán la última palabra, pero en cualquier caso ya
es hora de dejar de pelearnos con el infinito y empezar a deleitarnos
con la idea de que podríamos ser uno de sus hijos predilectos.
Y sin
embargo, esto aún no ha terminado. Todavía nos queda el otro modo
de abordar el infinito, el más extraño y delirante de todos. Una
absoluta locura, tanta, que mejor dejarla prudentemente en cuarentena
hasta el capítulo que viene. Hasta entonces, queridos lectores.
Notas:
¹
Un
elemento químico es un tipo concreto de átomo, y normalmente
encontramos sustancias en la naturaleza formadas únicamente por
estos. Por el ejemplo el oxígeno que respiramos se compone de muchos
átomos de oxígeno, o el aluminio de una bici de átomos de
aluminio, etc. De modo natural existen 92 elementos químicos
distintos, desde el hidrógeno, el más simple, al uranio, el más
complejo y pesado, aunque también se han producido decenas de otros
aún más intrincados en laboratorio, los llamados elementos químicos
sintéticos, muchos de ellos inestables o radioactivos, como el
plutonio. Por contra un compuesto químico se hallaría constituido
por moléculas formadas por diferentes tipos de átomos, la sal
(átomos de cloro y sodio) o el agua (dos átomos de hidrógeno y uno
de oxígeno) son buenos ejemplos.
²
Un
elemento químico viene definido por el número de protones que
tiene. Pero el número de neutrones y electrones puede cambiar.
Denominamos isótopos a las diferentes variedades de un elemento
químico en función del número de neutrones que tenga. Si cambia el
número de electrones hablamos de iones, positivos si tienen menos y
negativos si tienen más, dado que el electrón porta una carga
negativa.
³
Como se vio, materia y antimateria se aniquilan entre sí generando
energía, y según el principio de conservación de la carga
eléctrica, a partir de energía debe surgir tanto materia como
antimateria, algo que se llama “principio de conservación del
número leptónico” y que obliga a que aparezcan el mismo nº de
leptones que de antileptones (por ejemplo, un electrón y un
positrón). Así que la pregunta obligada es: si esto es así
deberían de haber surgido idénticas cantidades de materia y
antimateria durante el Big Bang, que se habrían aniquilado entre sí
sin que existiera ninguna de las dos hoy en día. Pero el principio
antrópico acude al rescate y aquí tenemos a los físicos buscando
ejemplos de violaciones de dicho principio del número leptónico.
Investigando desintegraciones atómicas en las que intervienen unas
diminutas y esquivas partículas llamadas neutrinos, han empezado a
descubrirse indicios de dichas violaciones.
*
El Señor Paco Arjonilla nos amplía este asunto (la gravedad):
Esto
tiene una explicación matemática. La gravedad es un campo
conservativo, es decir, la energía potencial de un cuerpo dentro
del campo no se crea ni se destruye. sólo se transforma. Para que
ésto sea posible, si tomas una superficie cerrada que contenga el
planeta, la cantidad de "campo" que lo atraviesa es
independiente del tamaño y la forma de éste. En concreto, la
gravedad es simétrica en todas direcciones y si tomas esferas con
centro el planeta, el número de "líneas" de campo
gravitatorio es siempre igual: las líneas se separan según la
esfera es más grande. Matemáticamente hablando, "la
divergencia del campo gravitatorio es nula". Haciendo las
operaciones pertinentes, para que se cumpla esta propiedad sólo hay
una posibilidad: que la fuerza disminuya según el cuadrado de la
distancia. Si sigues haciendo más operaciones, te encontrarás con
la ley de las áreas para las órbitas y su forma elíptica. Otra
consecuencia matemática de los campos conservativos. Distinto sería
si viviéramos en un universo con un número de dimensiones
espaciales distinto de tres, en cuyo caso puede que ni existan
órbitas estables, o la vida se organizaría de otra manera, por
ejemplo sin moléculas, sólo mares de muones o como se llamen.
Resumen: No es tan extraño. Sí es extraño que sean exactamente 3
dimensiones.
► Agradecimientos a Paco Arjonilla por esta aclaración, así como por su siempre precisa e imprescindible revisión.
○ Bibliografía:
- "El Gran Diseño", Stephen Hawking y Leonard Mlodinow, editorial: Crítica.
- "El Lado Oscuro del Universo", Alberto Casas, editado
por Catara y por el CSIC.
- "¿Existe el multiverso?"", George F. R. Ellis, revista "Investigación y Ciencia", nº 421 de octubre de 2011.
- "La mano invisible del universo", Christopher J. Conselice, revista "Investigación y Ciencia", nº 367 de abril de 2007.
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