lunes, 27 de julio de 2015

Capítulo XXXVIII: El límite K- Pg.


Capítulo XXXVIII

 El límite K - Pg


 Hace 65 millones de años el planeta Tierra bullía de vida. Grandes reptiles alados compartían los cielos con numerosas aves. Terribles dragones acuáticos dominaban los mares. En tierra los dinosaurios eran los reyes indiscutibles, y entre sus patas correteaban pequeños mamíferos y otras variadas criaturas. Había selvas, bosques y praderas coloreadas de flores; el mundo era un exuberante vergel. Un millón de años después no quedaba sobre la tierra ningún animal que pesase más de 1 kilogramo, gran parte de la vida en los océanos había sido segada y el mundo vegetal duramente devastado. 

 El final de los dinosaurios siempre ha cautivado la imaginación del público. Aquellos monstruosos reptiles siendo eliminados por un meteorito y dejando paso a los mamíferos. Si al lector le basta con esa sencilla imagen no es necesario que siga leyendo, pero en el caso de que desee profundizar y contemplar el cuadro completo, entonces le sugiero que me acompañe hasta hace 65 millones de años y asista a la última gran catástrofe que ha asolado a nuestro planeta, aunque como veremos en realidad no fue una sola, sino varias consecutivas, a modo de una serie de disparos a quemarropa dirigidos contra la vida en la Tierra.

 El límite K - Pg marca la separación geológica entre el periodo Cretácico (K), el último de la era Mesozoica (la así llamada "era de los dinosaurios"), y el periodo Paleogeno (Pg), el primero de la era Cenozoica (en la que vivimos ahora). Por lo tanto al evento de destrucción biológica que tuvo lugar por aquel entonces se lo conoce como "extinción K - Pg" (véase nota 1).




 La extinción K - Pg no solo acabó con los dinosaurios, en verdad exterminó al 75 % de las formas de vida que habitaban sobre nuestro planeta. Golpeó prácticamente a todos los grandes grupos de animales: Insectos, moluscos, reptiles, peces, mamíferos, aves, etc... y también al mundo vegetal, que fue arrasado y tuvo que recomponerse trabajosamente a lo largo de varias decenas de miles de años. A lo largo de este capítulo seremos testigos de la hecatombe, de la poda indiscriminada del árbol de la vida, pero también de cómo este pudo volver a retoñar y de qué modo se abrió el camino para que los seres humanos pudiéramos algún día llegar a existir. Comencemos el viaje.


 Como he adelantado al comienzo de este capítulo, a finales del Cretácico la vida animal prosperaba con fiereza en nuestro planeta, no solo las casi mil especies de dinosaurios existentes en ese momento, sino más, muchas más criaturas (véase el capítulo anterior si el lector desea hacerles una visita). No obstante la Tierra no es un lugar estático; sobre su superficie y a veces bajo ella siempre están ocurriendo cosas, acontecimientos que ponen a prueba la capacidad de los ecosistemas de mantenerse en pie. Uno de aquellos "palos en la rueda" fue una regresión marina especialmente dañina. Como el lector tal vez sepa, el nivel del mar no siempre se ha mantenido estable. Hay diversos factores que pueden alterarlo, desde la cantidad de hielo glacial sobre las masas de tierra hasta cambios geológicos en los fondos oceánicos. En este caso fue lo segundo: en algunos puntos el lecho oceánico se hundió debido a ciertos procesos tectónicos y a consecuencia de ello el nivel del mar disminuyó (esto es efectivamente lo que significa una regresión marina, el proceso contrario es una transgresión, fenómeno que podríamos sufrir en nuestras carnes si se funde el hielo de la Antártida o de Groenlandia). Tal circunstancia trastocó muchos ecosistemas marinos con base en la plataforma continental (la parte sumergida de las masas continentales, generalmente rebosante de vida). Esto parece que se llevó por delante a algunos habitantes del mar, pero en general fue un estrés ecológico soportable. Salvo que desgraciadamente aquello solo era el principio. Pronto iba a ocurrir algo bastante peor.


 Poco después de los acontecimientos anteriormente descritos, en la meseta del Decán, en el centro-sur de la India, tuvo lugar una de las erupciones volcánicas más violentas que ha sufrido la Tierra a lo largo de su historia. En el lapso de aproximadamente unos 30.000 años se vertieron cerca de medio millón de kilómetros cúbicos de lava, cubriendo una superficie estimada de 1,5 millones de kilómetros cuadrados (la mitad de la India). Tal salvajada volcánica fue provocada casi con total seguridad por una pluma del manto profunda, lo cual descrito en cristiano viene a ser algo así como un inmenso borbotón de magma caliente que el interior de nuestro planeta "escupe" de vez en cuando hacia la corteza. Los efectos de tan desbocada erupción no fueron bonitos. Además de todos los ecosistemas calcinados por los flujos de lava o envenenados por los gases tóxicos, la atmósfera se llenó de cenizas en suspensión que reflejaron parte de la luz del Sol impidiendo que llegara a la superficie, lo cual produjo un descenso de la temperatura global que no creo que fuera muy apreciado por las formas de vida de la época (véase nota 2). 


 La ola de actividad volcánica que devastó buena parte del centro de la India y formó las "Traps del Decán" no debió de sentarle muy bien a las criaturas que vivían por aquella zona, como a los dinosaurios ceratópsidos de la imagen. Fuente.

 Estos desafortunados acontecimientos destruyeron muchos ecosistemas y pusieron en apuros a otros, pero probablemente no hubieran bastado para provocar una debacle global. Sin embargo la cadena de desastres todavía no había terminado, aún faltaba el peor, una némesis que no era de este mundo. 

 El sistema solar esta lleno de escombros, recuerdos de la turbulenta época de su formación. Hablamos de cometas, planetoides, asteroides... y muchos de ellos cruzan peligrosamente la órbita de la Tierra (recientemente alguno nos ha pegado un buen susto). Hace 65 millones de años la mala suerte quiso que una roca de 10 a 15 km de diámetro impactase contra nuestro planeta a una velocidad inimaginable. Lo que viene a continuación es una descripción detallada de lo que ocurrió a continuación. 

 El asteroide cayó en la costa norte de la actual península de Yucatán, al sur del golfo de México, y la explosión resultante generó una energía de 100 teratones, es decir, 2 millones de veces superior al arma nuclear más grande que el ser humano haya detonado nunca (la bomba "Zar" de los soviéticos, de 50 megatones). 

Un tiranosáurido contempla el meteorito que le reducirá a cenizas. Fuente.



 La fuerza del impacto arrojó fragmentos al espacio (algunos de los cuales volvieron a caer sobre el planeta) y llenó la atmósfera de humo, gases tóxicos, cenizas y escombros. Fuente.

  Primero se generó una tormenta de fuego global que incineró una parte considerable de la superficie terrestre, aunque algunos de los incendios debieron de ser sofocados por los mega-tsunamis que provocó el impacto y que arrasaron miles de kilómetros de costa. 


 Efectos del impacto, de dentro hacia fuera podemos ver el alcance directo de la ola calorífica, la eyección de grandes fragmentos incandescentes, la máxima extensión de las sacudidas sísmicas y finalmente las zonas en las que las aguas se agitaron generando tsumanis.
Fuente: http://www.astrobitacora.com/el-crater-de-chicxulub/


 Por si no bastara con eso, los cielos se contaminaron y durante los siguientes 10 - 20 años la lluvia ácida estuvo al orden del día, envenenando ríos, lagos y mares. El número de víctimas debió de ser terrible, pero esto solo era el aperitivo. El humo y las cenizas cubrieron la atmósfera, impidiendo el paso de los rayos del sol y sumiendo a la superficie en una penumbra permanente (como en el futuro post-apocalíptico de Matrix). Las plantas en la tierra y las algas en el mar se vieron en graves problemas a la hora de hacer la fotosíntesis y perecieron en masa. Naturalmente esto se llevó por delante a los animales vegetarianos, y posteriormente a aquellos carnívoros que se los comían. Una tras otra las especies fueron cayendo como si fueran piezas de dominó mientras los ecosistemas se derrumbaban a lo largo y ancho de todo el planeta. Se ignora durante cuanto tiempo se prolongó la mortandad. Aquí se nos presenta un problema conocido como "efecto Signor–Lipps", que simplemente viene a decir algo tan evidente como que el registro fósil es incompleto y nunca se sabe cual es el primer animal de una especie en aparecer y ni el último en extinguirse. Por ejemplo, hace 65 millones de años había dinosaurios no avianos, pero hace 64 millones de años ya no... ¿Murieron todos en el lapso de mil años? ¿De diez mil? ¿De cien mil? Imposible saberlo, lo que esta claro es que murieron, de eso no hay duda (véase nota 3).


 El lector tal vez se pregunte cómo es que tenemos tantos detalles sobre la catástrofe. Las gracias hay que dárselas a dos factores, el primero es el estar tratando acerca de acontecimientos más o menos recientes (a escala geológica, entiéndase), y el segundo son los investigadores que con paciencia y dedicación se han dedicado a recopilar todas las pruebas necesarias para reconstruir la escena del crimen. Todo empezó cuando se empezó a estudiar el límite K - Pg, formado por una capa de sedimento blanquecino que efectivamente separa los estratos del Cretácico y del Paleogeno. 



Límite K - Pg. En blanco la "capa de eyección", donde se encuentran elevadas cantidades de iridio así como de rocas cristalizadas por el impacto. Debajo de la capa de eyección se puede encontrar polen fósil en abundancia, pero no en ella ni tampoco por encima (lo cual habla de una disrupción en el mundo vegetal de la época). Esta capa ha sido localizada a lo largo y ancho de todo el planeta. La navaja es moderna. Fuente


 Tal franja blanca está distribuida por todo el planeta y además contiene en grandes cantidades un elemento muy extraño, el iridio. Apenas hay iridio sobre la superficie terrestre, pero curiosamente allí encontramos una concentración veinte veces superior a los niveles normales. Sin embargo existen una serie de cuerpos en los cuales sí que abunda este elemento: los meteoritos. Esto sirvió al geólogo e investigador Walter Alvárez para lanzar la hipótesis del asteroide aniquilador (nota: muchos meteoritos son fragmentos de asteroides). Al principio nadie le tomó muy en serio, hasta que se descubrió el cráter del impacto. Se trata del cráter de Chicxulub, situado al norte de la península de Yucatán, en México, y mide la friolera de 180 kilómetros de punta a punta, lo cual concuerda con la colisión una roca extraterrestre de entre 10 y 15 kilómetros de diámetro, suficiente como para quitar de en medio a algo más de dos terceras partes de las formas de vida de la Tierra. 

Localización del impacto en el mapa de la época. Fuente.

El anillo de cenotes (pozos de agua dulce naturales, como el de la foto) al norte de la península de Yucatán nos deja adivinar el perfil del cráter. Fuente.

  Recientes estudios han sacado a relucir la existencia de suficientes depósitos de cenizas en el límite K - Pg como para apuntar a una incineración generalizada de la superficie terrestre a consecuencia del choque. Finalmente se descubrieron numerosos sedimentos marinos depositados en distintos lugares de la costa del golfo de México y las islas del mar Caribe, y que han sido interpretados como los restos dejados allí por los mega-tsunamis que asolaron la región. Hoy en día ya casi nadie duda del impacto del asteroide y del infierno que provocó. 


 Ahora bien, del hecho de que estemos aquí se deduce que la vida logró salir adelante de alguna manera. Siendo esto así, ¿cual fue el perfil de los animales supervivientes? En tierra únicamente sobrevivieron criaturas pequeñas (de no más de un kilogramo de peso) que no requerían de un gran consumo de alimentos y que podían apañarse con cualquier cosa, desde carroña a insectos, pasando por raíces o lo que fuera. Respecto del mundo vegetal, durante un tiempo los helechos fueron dominantes sobre la tierra; se les da bien resistir la lluvia ácida, no son muy exigentes, crecen rápido y por ello son expertos en repoblar rápidamente ecosistemas devastados. Prueba de ello es la anormalmente alta cantidad de esporas de helechos descubierta en los estratos inmediatamente posteriores al impacto. Algunos indicios muestran que por su parte el reino de los hongos, quienes se alimentan de materia muerta, también hicieron su agosto. 

 En el mar, como ya se verá, los criterios fueron similares. Hagamos pues una breve lista de los supervivientes y descubramos cómo y porqué se libraron de la escabechina. 



 Dentro del mundo animal, en tierra los supervivientes más notorios fueron sin duda los mamíferos, aunque no todos lo consiguieron... Por ejemplo, los multituberculados, un orden extinto de mamíferos ancestrales que estaban adaptados a muy diversos ambientes (aunque la mayoría se parecía a los actuales roedores), vio desaparecer a la mitad de sus miembros. Los marsupiales que vivían en Norteamérica fueron barridos del mapa completamente, mientras que los que habitaban en otros lugares sufrieron diversas bajas. Deltatheridiidae, otro orden de mamíferos emparentados con los marsupiales (y al cual debió de ponerle nombre alguna mente retorcida), fueron igualmente aniquilados del primero al último. Por fortuna para nosotros, los mamíferos placentarios (Placentalia / Eutheria), a cuyo orden pertenecemos, salieron más o menos impunes, a pesar de que debido a los rigores de la catástrofe todos aquellos pequeños y peludos supervivientes fueron solo carnívoros, insectívoros o carroñeros. Ningún vegetariano puro logró quedar en pie tras la versión bestial de "los juegos del hambre" que vivió la Tierra por aquel entonces. De todos los mamíferos de la época nosotros los placentarios eramos sin duda los más adaptables (dando a luz a crías casi formadas), y eso no solo nos permitió capear el temporal, sino que también demostramos ser la clave del futuro animal, aunque mejor no adelantemos acontecimientos.


Uno de nuestros antepasados sobrevive en mitad del desastre; puede considerarse afortunado de poder ver la borrosa luz del sol. El artista, claramente bien informado, ha tomado nota del éxito de los helechos en este tipo de escenarios post-apocalípticos. Fuente.



 A finales del Cretácico prosperaban en el planeta numerosos grupos de aves que volaban, nadaban, buceaban y algunas incluso correteaban por la tierra. Todos esos grupos fueron segados por la guadaña de la extinción, todos menos uno: Neornithes, más conocido como "las aves modernas". Algunos estudios sugieren que alguno de los grupos arcaicos bien pudo haber sobrevivido algunos millones de años más allá del límite K - Pg, pero no hay pruebas concluyentes de esto. Lo que sí que esta claro es que las aves modernas mostraban de algún modo un desarrollo evolutivo más avanzado que sus primas y gracias a ello lograron hacerse un hueco entre la lista de supervivientes. Pasada la tormenta no perdieron el tiempo en ocupar los viejos roles dejados vacantes por los ordenes desaparecidos, y así aparecieron aves modernas acuáticas, aves modernas buceadoras, aves modernas corredoras, etc. Incluso hubo algunas de estas nuevas aves se hicieron con el papel desempeñado por los extintos dinosaurios carnívoros, pero eso mejor dejémoslo para el siguiente capítulo. 

 ¿Y que hay de los reptiles? Del grupo de los arcosaurios, que significa reptiles dominantes (y sin duda lo fueron en su momento), solo sobrevivieron los cocodrilos acuáticos. Dinosaurios, pterosaurios, distintas familias de cocodrilos terrestres... todos ellos perecieron. El caso de los dinosaurios es especialmente sangrante. Los más grandes no tenían ninguna posibilidad, eso no se puede discutir, pero... ¿Y los pequeños? Animales inteligentes, de escaso tamaño, emplumados, versátiles... ¿No pudieron pasar la criba? Al igual que les sucedió a las aves arcaicas (con quienes estaban estrechamente emparentados) tenían algo en contra, algo que normalmente es una ventaja pero que ante un evento de devastación planetaria como el que vivieron se convierte en una grave pega: la sangre caliente u homeotermia. Un animal homeotermo puede mantener su actividad y temperatura corporal constantes al margen de las condiciones ambientales (dentro de unos límites, claro). Sin embargo a cambio de este poder debe de comer mucho más que un animal de sangre fría (no hay nada gratis). Y cuando una parte importante del planeta se ha quemado, desmenuzado, inundado o envenenado (o todo ello a la vez) y la luz del sol apenas llega a la superficie, comer poco y cualquier cosa se convierte en un factor determinante a la hora de saber si sobrevivirás un día más para no ver el sol salir o no. Los mamíferos que hemos visto antes y las aves modernas, pese a su carácter homeotermo, contaban con adaptaciones evolutivas tan extraordinarias que pudieron salir adelante, pero no fue así en el caso de los pequeños dinosaurios. Es irónico, los dinosaurios lograron derrotar a los antecesores de los mamíferos en la gran extinción anterior (la de finales del periodo Triásico, el primero de la era Mesozoica), pero ahora se invirtieron completamente las tornas. Si la historia de la evolución fuera alguna especie de saga épica podríamos decir que los mamíferos "vengaron" a sus ancestros. Pero no lo es, así que sigamos.

 Los cocodrilos sí sobrevivieron, como sabrá cualquiera que haya visto los documentales de la 2 recientemente, de hecho junto con las aves (recordemos que son medio dinosaurios), fueron el único grupo de arcosaurios en escapar de la destrucción. ¿Porqué? Bueno, un cocodrilo es de sangre fría, puede tirarse mucho tiempo sin comer, los ecosistemas en los que vive suelen ser estables y se apaña con cualquier cosa. Gracias a todo ello lo lograron, a pesar de ser grandes (creo que fueron los únicos en superar el kilo de peso y no caer, sí). Sin embargo sus parientes terrestres, tanto los vegetarianos como los carnívoros, sucumbieron. ¿Y que hay de los reptiles no-arcosaurios? Serpientes, lagartos, tortugas, varanos, etc... todos ellos cruzaron con éxito la frontera de fuego del límite K - Pg. Creo que no hace falta decir porqué, pero aún así lo haré: pequeños, sangre fría y sin demasiados escrúpulos a la hora de menear el bigote. En el mar también había reptiles no-arcosaurios: plesiosaurios y mosasaurios principalmente, los "dragones" acuáticos de los que hablaba al principio. Eran auténticos monstruos, algunos de ellos enormes y muy especializados, y por ello no sobrevivieron a la escasez de alimento (para fortuna de los náufragos modernos, que ya bastante tienen con los tiburones).



      
Plesiosaurio
Funcionaban como enormes cañas de pescar vivientes.

Mosasaurio. 
Eran los superdepredadores del océano.



  No podemos tampoco olvidar a otro grupo de reptiles no-arcosaurios que siguieron el mismo camino que los dinosaurios y las aves arcaicas y exactamente por los mismos motivos: los pterosaurios, aquellos famosos reptiles voladores de alas membranosas. La competencia con las aves les había forzado a ocupar nichos ecológicos cada vez más especializados. Los últimos pterosaurios eran en general criaturas enormes y dinámicas, de sangre caliente, que pescaban en el mar o se alimentaban de animales en tierra. Sus necesidades nutricionales debían de ser altas; no es energéticamente barato lograr que un animal de más de 10 metros de envergadura alar remonte el vuelo, y debido a ello estuvieron condenados desde el primer momento. 

Quetzalcoatlus, un pterosaurio gigante, con más de 10 metros de envergadura alar tenía el tamaño de una avioneta. Todo su grupo desapareció.
 Fuente incierta.



 ¿Y que hay de los invertebrados terrestres? Nos da una idea del nivel de destrucción experimentado por los ecosistemas del K-Pg el hecho de que también los resistentes animales invertebrados fueran golpeados. Así es, ni los bichos se libraron. Recientes estudios han demostrado que la desaparición de numerosas especies de plantas con flores se llevó por delante a algunos de los insectos que los polinizaban, causando una notoria disminución en el número de abejas y abejorros. En términos generales hubo bajas en todas las familias de insectos en particular e invertebrados en general que dependían de las plantas. 
Amarantoraphidia es un género extinto de insecto perteneciente a la desaparecida familia Mesoraphidiidae, integrante del orden raphidioptera. Como el lector se habrá quedado con cara de póquer, podemos describir a estos insectos como una especie de mezcla extraña entre avispa y libélula.  El ejemplar de la imagen se encontró en España. Estos seres fueron muy golpeados por la crisis K -Pg, puesto que ponen sus huevos en la corteza de las plantas. Para saber más consúltese Wikipedia. Fuente.


 Y es que hubo una notoria disrupción entre las comunidades de plantas de antes y después del límite K - Pg. El análisis de los restos de polen fósil hallados en los estratos anteriores y posteriores al impacto nos cuentan una historia terrible. En el caso de Norteamérica, por poner uno de los ejemplos más estudiados, el 57 % de las especies de plantas cretácicas se extinguieron. En otras latitudes la poda fue menos dramática, pero igualmente han quedado registrados fuertes cambios en la distribución de numerosos grupos de vegetales, así como el ya antes comentado auge de los oportunistas helechos. Probablemente muchas de las especies sobrevivieran en forma de semillas hasta que pasase lo peor.

 Llegados a este punto, quien piense que el mar fue un refugio seguro durante aquellos duros tiempos, se equivoca. Allí todo aquel que dependiera directa o indirectamente de la luz del Sol también lo tenía negro, nunca mejor dicho. El oscurecimiento de los cielos quitó de en medio a una notoria cantidad de especies de plancton, por no hablar de las colonias de corales que formaban arrecifes, entre los cuales solo sobrevivió el 2% de las especies. 

 Los míticos amonites y belemnites, un tipo carismáticos cefalópodos con concha (espiral y alargada respectivamente), andaban de capa caída debido al estrés al que se venían viendo sometidos los ecosistemas marinos en los que habitaban (recordemos las regresiones marinas y el vulcanismo desenfrenado), pero la caída de un asteroide inmenso sobre la Tierra ya fue demasiado para ellos; ninguno sobrevivió.


Amonites.

 
Belemnites. (Su concha era interior, con forma de dedo).

  Otros invertebrados del mar, como ciertos grupos de bivalvos y de equinodermos (erizos marinos), tampoco se escaparon. También ellos llevaban un tiempo pasando por un periodo de "vacas flacas", así que la colisión sideral no les sentó nada bien (sin ir más lejos los equinodermos perdieron al 35% de sus especies). 

 En cuanto a los peces, curiosamente no sufrieron fuertes perdidas en lo que se refiere a número de especies (el 90% cruzó con éxito la frontera con el Paleogeno), pero sí murieron en masa debido a las terribles condiciones que siguieron al impacto, como demuestra una notable capa de restos fósiles de peces descubierto en un yacimiento de las Islas Seymour, testigo de una repentina y brutal mortandad entre estos escamosos animales. No nos sorprende que la escasez de alimento se llevase por delante a los grandes reptiles marinos de la época (los mosasaurios además estaban especializados en comer amonites, mal negocio). Respecto de los peces cartilaginosos, esto es, tiburones y rayas, solo el 20% de sus especies cayeron en combate. En general podemos concluir que los peces, sean óseos o cartilaginosos, son duros de pelar cuando se los pone frente a una catástrofe planetaria. Vieron morir a muchos de sus miembros, pero la mayoría de sus especies siguieron ahí aguantando el envite.

 Con esto concluimos de dar pinceladas a este terrible cuadro. En definitiva, si no hubiera sido por el estrés que ya llevaban acumulado los ecosistemas terrestres y marinos, la caída del asteroide podría haber sido superada con menos bajas. Pero no fue el caso, y como en una suerte de tormenta perfecta se conjuntaron todos los factores adversos para golpear repetidamente y con saña al árbol vida. De este modo al amanecer del periodo Paleogeno nuestro planeta lucía un aspecto descorazonador, con el 75% de las especies animales desaparecidas, las comunidades vegetales  diezmadas y conmocionadas, y los escasos supervivientes apañándoselas como buenamente podían sobre el vapuleado terreno. Por fortuna la vida cuenta con la asombrosa capacidad de hacer de la necesidad virtud y recuperarse rápidamente de los reveses más duros, volviendo a la carga con aún más fuerza. A los supervivientes ahora se les ofrecía un basto campo de juego limpiado de competidores en el cual comenzar una nueva aventura. En el caso de los mamíferos, aquellas pequeñas y peludas criaturas del tamaño de una rata estaban listas para convertirse en protagonistas del nuevo elenco de actores listos para entrar vistosamente en el escenario. Sin embargo eso forma parte del capítulo siguiente. 




Notas:



Nota 1: En libros o documentales antiguos, y también en algunos artículos no actualizados, aún se lo conoce como límite K - T debido a que anteriormente la era Cenozoica se dividía en Terciario (T) y Cuaternario, estando ahora esa denominación obsoleta. Sí, con la ciencia a veces es difícil mantenerse al día.

Nota 2: Este fenómeno ha ocurrido en tiempos históricos con erupciones especialmente virulentas, aunque a una escala más pequeña, todo sea dicho. Por ejemplo, la explosión de la caldera del volcán Krakatoa (en Indonsesia) ocurrida a finales del S.XIX, afectó al clima europeo, siendo responsable de una serie consecutiva de inviernos bastante duros. En el caso de una guerra nuclear ocurriría algo parecido con el polvo suspendido en las capas altas de la atmósfera, motivo por el cual se bautizó a este fenómeno como "invierno nuclear". 

Nota 3: Hay un yacimiento en el estado norteamericano de Montana llamado Hell Creek donde podrían haber sido descubiertos restos de dinosaurio posteriores al límite K-Pg, lo cual indicaría que al menos algunos de estos animales habrían sobrevivido unos cuantos miles de años dentro de nuestra era Cenozoica. A esto se lo conoce como "dead clade walking", siendo "clade" un clado o grupo de organismos, y haciendo referencia a "dead man walking" (hombre muerto andando), frase que se usa en el corredor de la muerte de las prisiones norteamericanas para referirse a los condenados que van a ser ejecutados. Básicamente trataríamos con un grupo de seres vivos que son duramente golpeados por una extinción, que casi desaparecen, pero unos pocos de los cuales logran sobrevivir, aunque sea para nunca jamás volver a recuperarse o simplemente extinguirse también poco tiempo después. Existe la tentación de considerar a algunos de los restos de dinosaurios de Hell Creek como un "dead clade walking", situándolos por encima de los estratos del límite K-Pg. Sin embargo los investigadores que sostienen este hecho son minoritarios y la mayoría opina que los huesos descubiertos simplemente cambiaron de lugar debido a perturbaciones geológicas. En favor de este punto de vista escéptico está el hecho de que todas las evidencias aportadas a favor de la existencia de dinosaurios supervivientes se basan en restos sueltos, nunca en conjuntos de individuos que pudieran mostrar una presencia coherente en el estrato en cuestión. Así pues parece ser que realmente ningún dinosaurio consiguió superar el límite K-Pg. 


Webgrafía:


Información general: Wikipedia. Consultando sus respectivas fuentes se abre la puerta a una indagación más profunda.

Sobre la mortalidad de los peces y los indicios de un estrés en los ecosistemas con anterioridad al impacto: aquí.
Sobre el impacto del asteroide: aquí.

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